8.18 Un harem muy pequeño

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Los ojos de Dogo se abrieron al escuchar sus palabras – ¿tomará mucho tiempo?

– Un par de meses.

– Ya veo – bajó la mirada hacia la cama, tenía las piernas cruzadas y se veía más delgado que antes.

– Te envíe algo de comida extra desde hace dos meses, ¿por qué sigues bajando de peso?

Dogo le sonrió – hago mucho ejercicio, ¿no te gusto delgado? – le guiñó el ojo.

– No me gusta, prefiero tener más carne de donde apretar – acortó la distancia y comenzó a pellizcar – especialmente aquí – lo levantó deslizando las manos de sus piernas hacia su trasero.

– Pervertido, la próxima vez que me veas seré una bola de grasa, ¿eso te gustaría?

Se lo imaginó y no pudo evitar reír – suena interesante, podemos hacer la prueba, no me molestaría si es lo que tú quieres – su cabeza fue empujada hacia atrás con una patada.

– Maniático del sexo, gracias a los dioses, mi trasero descansará, seis años seguidos sin descanso, todo el día siento que tengo tu cosa dentro, cada vez que camino o me siento.

– Si quieres que cambie de opinión estás logrando lo contrario, así que todo el día piensas en mí – le sujetó el pie.

Dogo resopló – serán dos meses, no extrañaré tu salvajismo, pero sí quieres..., te dejaré hacerlo toda la noche, todas las veces que quieras como fiesta de despedida, única ocasión.

En realidad..., Selim no planeaba dejarlo atrás, a donde él fuera, Dogo lo seguiría, pero..., después de escuchar esas palabras, decidió que se lo diría más tarde, lo abrazó para besarlo y quitarle la ropa tan de prisa como le era posible mientras sus bocas seguían unidas.

... ... ...

El reino se preparó y en poco tiempo el ejército esperó la orde, Selim iría al frente y en una de las carretas bien protegida, los dos integrantes oficiales de su harén, Dogo y Ana.

El grupo tan pequeño había llamado mucho la atención, cuando otros reyes tenían hasta treinta mujeres, el rey de Cretan tenía solo dos, en países extranjeros lo criticaban por carecer de la resistencia necesaria para controlar a más mujeres y él a menudo debía rechazar consortes que se presentaban a los banquetes con la única intención de impresionarlo. Debido a su falta de interés, muchos pensaban que la mujer en su harén era su verdadero amor y cuando ella entró a la carreta, fue obvio que llevaba la mejor ropa y las joyas más finas.

Viendo esa apariencia, Selim imaginó a Dogo vestido de esa forma, con un vestido largo que se ajustara a la forma de su cuerpo, el brazalete en su tobillo, un abanico de plumas y quizá, maquillaje sobre su rostro.

Solo con su imaginación supo que sería una belleza y deseó que el día en el que pudiera vestirlo y mostrarlo como su pareja pudiera llegar.

El ejército avanzó.

Su primer objetivo fue la caravana de soldados a tres días de su reino que habían estado controlando pequeñas invasiones, ese ejército de más de cinco mil hombres fue arrasado en una noche montando un precedente, el rey de Cretan no estaba jugando y no era un rey erudito.

Era un conquistador.

No hubo prisioneros y antes de darles la muerte de un esclavo, Selim ordenó que todos fueran asesinados en el campo de guerra, no hubo piedad, las armas y los granos fueron tomados como botín y los cuerpos apilados en fosas comunes.

Más que el tiempo que les tomó derrotarlos, el verdadero trabajo comenzó cuando había que limpiar y cavar las tumbas dejándoles una impresión extraña, en otro tiempo ese enfrentamiento se habría extendido por varios días y a nadie le habría importado las armas en el suelo o molestarse en sepultar los cadáveres.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora