10.13 Un simple antojo

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La sociedad seguía su curso, películas, ropa, construcciones, escuelas, medicina y productos tan variados que rayaban en lo ridículo.

– Hacen estas cosas desechables – tiró los zapatos tras descubrir que el tacón de plataforma se desprendió – en mis tiempos producían los zapatos para que duraran toda la vida – se dejó caer sobre el sillón en donde estaba sentado Rafael – ¿qué hay para ver?

– Nada que te agrade tía – le sonrió.

Cielo estuvo de acuerdo, pero cuando estaba de mal humor no se le antojaba mirar la televisión. Subió los pies a la mesa – ve a la cocina y prepara unas palomitas para tu tía que te ama.

– Claro.

La sociedad siguió su curso y el experimento tuvo éxito, los alfas usaban inhibidores y se crearon instituciones especializadas en proteger a los omega.

Era duro aceptarlo, pero ya no estaban en la década de los setenta, era el siglo veintiuno.

Las violaciones eran castigadas con prisión y en el caso de omegas involucrados la condena era peor, ya nadie pensaba que un omega ¡merecía ser violado!, por el contrario, muchos betas se identificaban con su situación al ser dependientes de las feromonas y cargaban inhibidores para ayudar en caso de que se encontraran con un omega cuyo celo se presentó inesperadamente.

Recientemente se creó un centro de apoyo con profesores que acudían a todas las escuelas para dar platicas a los jóvenes y enseñarles que no había un género superior a otro.

En verdad dolía, pero Cielo tuvo que admitir que se concentró en la venganza y olvidó que la humidad era capaz de sanar y demostrar amor y comprensión.

Y eso la dejaba sin homicidios por diez largos años. Estaba aburrida.

– Iré a buscar a Manon – se llevó las palomitas para invitarle y fue comiendo hasta que el traste quedó casi vacío – Manon, te traía palomitas, pero Rafael se las comió, Manon – lo llamó y vio a Angie sobre la alfombra – oye, ¿dónde está tu papá?

Angie se levantó y caminó por la pieza hasta llegar a la ventana, ahí en el suelo se encontraba su hermano.

– ¡Otra vez!, ¿por qué te gusta tanto dormir en el suelo? – se quejó y tiró de sus brazos para subirlo a Angie y llevarlo a la cama – no te quitaré los zapatos, tienes que dejar esa manía y si no vas a dejarla por lo menos barre más seguido, ¿me estás escuchando?, Manon.

Su alma no estaba.

Cielo sintió que su corazón se paralizaba y miró a Angie – ¿a dónde fue tu padre?

Angie volvió a la ventana y en esa ocasión pegó su pata delantera al cristal señalando la base del ejército humano.

Cielo llamó a los demonios y saltó a la base provocando un gran caos, su hermano estaba ahí, en algún lugar y podría estar en peligro, su corazón se llenó de rabia y deseó masacrarlos a todos junto con sus inútiles armas, buscó en todas direcciones y cuando sintió la presencia de Manon voló hacia allá y Angie la detuvo.

O más específicamente el alma de Manon en el cuerpo de Angie.

– ¿Qué está pasando?, ¿por qué bajaste?

Angie caminó a su alrededor – encontré a mi pareja predestinada.

– Tú – Cielo se tomó un momento para estar segura que escuchó correctamente – las parejas predestinadas no son reales, son un invento de los alfas para justificar la sumisión de los omegas, ¿por qué crees en eso?

Angie siguió caminando como si acechara a su presa – también creo que es una idiotez, no hay manera de que un hombre sea más importante que todo lo que hemos logrado, pero no quiero quedarme con la duda, quiero conocerlo y saber qué clase de persona es, si dejo pasar la oportunidad siento que no me lo perdonaré.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora