8.22 Sueño ilusorio

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Uno tras otro los sirvientes cuyos rostros desconocía y guardias en rangos bajos fueron desfilando, uno tras otro contó la misma historia, nadie sabía en qué forma había comenzado el fuego y todos marcaban el punto de inicio como el primer piso en la biblioteca que estaba justo bajo la habitación del rey.

Dos de los guardias argumentaron haber llegado a la habitación, pero la puerta estaba bloqueada y Dogo no respondía, alguien más habló sobre lo rápido que el fuego corrió por las cortinas, los gritos a su alrededor y cómo lo único en lo que pudieron pensar fue en dejar el palacio y salvar sus vidas.

Ana no estaba en el castillo, la sede la llamó para bautizarla al ser la elegida como la futura madre de los hijos de Selim, los consejeros y guardias principales también estaban ahí por tratarse de la seguridad de su consorte, los sirvientes restantes no supieron qué hacer, solo correr.

Y nadie sabía en dónde estaba Dogo.

– Entiendo – sonrió cuando el interrogatorio terminó – no fue su culpa, todos son afortunados por estar vivos – ladeó la cabeza.

El filo de su espada brilló y cortó la cabeza del sirviente, uno tras otro, todos aquellos que lograron sobrevivir al incendio fallecieron esa noche.

Cuando el consejero quiso preguntarle por qué lo hacía él sonrió – sigues sin encontrar al culpable del incendio, solo me resta asesinarlos a todos hasta que el maldito muera.

El rey al que habían proclamado, el hombre elegido por la sede para guiar al libertador, se había convertido en una máquina de matar.

Alur quiso detenerlo, pero el anciano Yala lo detuvo – debe vivir con su dolor, solo así podrá superarlo – sentenció y Alur asintió con la cabeza, en sus ojos se podía ver la señal de arrepentimiento.

La reputación tan duramente conseguida por el rey Selim se transformó y se convirtió en un asesino de sangre fría, un hombre de piel oscura cubierto de sangre roja que brillaba a la luz del fuego como un demonio hecho hombre. El ambiente se volvió pesado y todos caminaban despacio por temor a ser asesinados.

Ya nadie esperaba en la entrada con la esperanza de convertirse en el compañero de cama del rey.

– Señor Bialur, tenemos..., tenemos una situación..., tiene que venir, rápido.

Las malas noticias se acumulaban y el hombre de setenta años no esperaba mucho al caminar hacia los escombros que quedaban del palacio, pero su sorpresa fue doblemente grande, en el medio de más de veinte trabajadores y bajo una gran roca aplanada que solía ser parte del techo, se encontraba un cuerpo delgado tendido sobre el suelo en la misma posición que tendría si estuviera durmiendo sobre la cama, tanto su piel como la tela que lo cubría estaban intactos, jamás los tocó el fuego.

– Imposible.

– Tiene pulso.

Creyó que había escuchado incorrectamente, pero un momento después comprendió el significado de esas palabras y cayó de rodillas al suelo, eran doce días desde el incendio, su piel seguía caliente y sus mejillas sonrojadas.

Milagrosamente, estaba vivo.

Los ojos del consejero se llenaron de lágrimas – alabados sean los dioses, está vivo, está vivo, tienen que avisarle al rey de inmediato, ¿qué están esperando?

El techo de su nueva mansión era una vista aburrida, Selim miró sin mirar y recargó su cabeza sobre el respaldo del trono.

– Hoy llegó un encargo del norte, un mercader insistió en ofrecerla como un regalo – le sonrió Ana mientras le servía – te hará sentir mejor.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora