9.21 Pesadilla

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Llegando a la habitación Sirios se quitó la chaqueta y la camisa, sus cicatrices sanaban y sus tatuajes sobresalían, la serpiente con un cráneo en su espalda con tinta muy negra sobre una piel muy clara, el escorpión en su pecho y la marca de corte en su muñeca.

– Sigues vestido.

Liam sujetó su mano izquierda y pasó los dedos por el tatuaje – ¿lo intentaste?

– ¿Qué?, no, ¿estás demente?, nunca le quitaría a este mundo el privilegio de tenerme, soy demasiado perfecto. Esto es – miró el tatuaje, en su momento fue una forma de cortar la parte de su cuerpo que no le pertenecía – estética, primer tatuaje, lo vi en un libro y pensé, ¡puedo verme mejor!

– Y este, ¿también fue por estética? – acarició su pecho rozando el tatuaje con la forma de un escorpión.

– Mi signo zodiacal.

– ¿Y la serpiente?

– Si fuera un animal, sería una serpiente mortal y estaría rodeado de cadáveres porque será todo lo que dejaré a mi paso.

Liam sonrió – guarda espacio para un tatuaje de pareja, te sobra ego.

– Sueñas despierto – tiró del cuello de Liam para besarlo.

... ... ...

Sirios estaba agotado, miró por tanto tiempo la pantalla de la computadora hasta que sus ojos se entrecerraron y comenzó a ver borrosos los números, entonces se inclinó hasta estar a cinco centímetros de la pantalla para ver mejor y los ojos le punzaron.

El área entre sus cejas, frente y bajo sus ojos le dolía, buscó en su espacio algunas pastillas y las encontró con una nota que decía.

¡Caducadas!

Si había medicamento caduco en su espacio, ¿por qué el dueño anterior no las tiró?, chistó los dientes y volvió a guardar las pastillas en su lugar, luego siguió buscando y encontró una receta que le serviría, pero estaba muy cansado para trabajar en ella.

En resumen, estaba de mal humor.

La última que se sintió de esa forma salió a media noche, caminó cerca de dos horas hasta llegar a un bar en la orilla del lago y se peleó contra tres hombres hasta que la sangre de su cabeza le obstruía la vista.

Obviamente los otros tres no pudieron levantarse.

Y ese día no se sentía con ganas de levantarse de la cama y buscar alguien a quien golpear, en lugar de eso quería acostarse y darle órdenes a sus sirvientes como todo un terrateniente.

Nada que ver con él. Desde que se inyectó la vacuna para el virus Zombi, su personalidad era muy diferente.

Hubo ruido en el borde de la cama, Sirios levantó la vista medianamente y miró al hombre que se quitaba la ropa.

¿Liam?

No, ese hombre era más alto, fornido y de piel oscura, su cabello era muy corto y en lugar de camisa llevaba un collar, y como rasgo sobresaliente...

Era muy grande.

– Amigo, apunta en otra dirección, le sacarás un ojo a alguien – quiso decirle, pero no pudo hablar o moverse a conciencia, en lugar de eso se dio la vuelta dejando que el desconocido se recostara – oye, busca tu lado, yo estoy aquí – de nuevo su cuerpo no le respondió, levantó los brazos y abrazó al hombre de gran tamaño que se acomodó encima suyo – espera, detente.

Su boca lo quemaba y en lugar de defenderse separó las piernas para abrazarlo y arqueó la espalda, casi como si estuviera esperando que ese hombre dejara de perder el tiempo y se lanzara al siguiente paso.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora