9.1 Psicópata

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Sus manos se apoyaban en la pared, sus piernas temblaban y por la posición su cadera punzaba, le sujetaron la cabeza y lo empujaron con fuerza, podía sentir el frío de la pared sobre su mejilla, poco a poco el dolor cesó y la sensación comenzó a volverse placentera, solo habían pasado tres minutos y de sus labios escapó un gemido.

En un último empuje el hombre detrás suyo alcanzó la liberación y se separó de él.

– Justo cuando comenzaba a sentirse bien – pensó y se limpió antes de subir su pantalón.

Había ventajas y desventajas en tener a Sirios Hein como compañero de celda, nadie lo molestaba, era territorio privado y solo necesitaba satisfacer el apetito de un hombre que nunca duraba más de cinco minutos.

La desventaja era precisamente eso, el mal sexo.

Lo vio fumar y se acercó – ¿tienes un cigarrillo extra?

– Tú cierras la boca y la abres cuando yo te lo diga, es para lo único que sirves.

– ¡Como quieras! – respondió Hansel y se recargó sobre la pared a su lado – te vendría bien hablar de vez en cuando.

Sirios se burló al escuchar esas palabras, pero, de todas formas, habló – ¿has sentido que no perteneces a este mundo?

– Todos los días.

– Lo digo en serio.

Hansel se encogió de hombros, sin importar si pertenecía a ese mundo o no, no cambiaría su realidad, enfrentaba una condena de cinco años, con buen comportamiento podría reducirlo a dos, todavía podía tener una vida.

No era así para el hombre de veintiséis años recargado sobre los barrotes que enfrentaba cadena perpetua.

Esa vida, ese mundo, el conquistador dentro de él sentía que todo estaba mal, que tenía un destino trascendente muy diferente al que estaba viviendo.

La comida era desabrida, odiaba eso, sentía que había pasado un largo tiempo comiendo tierra y deseaba algo mejor, si conseguía escapar de prisión lo primero que haría sería entrar a un restaurante y comprar el platillo más costoso, dejó caer la cuchara sobre el puré y resopló.

Hubo ruido, los guardias corrían de un extremo al otro y dejaban de ponerles atención, a través de un radio escucharon una noticia lo bastante preocupante como para que los guardias dejaran sus puestos.

Un hombre atropellado se levantó con la pierna rota y la cabeza sangrando, caminó sin importarle el hueso roto y cuando los paramédicos llegaron se lanzó sobre ellos mordiéndolos, el caos invadía la ciudad y se aconsejaba a toda la población quedarse en casa.

Escuchando la desesperación en la voz del locutor, Sirios pensó que tal vez, estaba en el lugar correcto.

Cuando el fin del mundo estaba sobre ellos, las personas decentese eran las que menos estaban capacitadas.

... ... ...

– No, no, no, esto es malo, esto es muy malo, esto es realmente malo.

[Notificación de la misión]

[Estado: Fallido]

– Eso ya lo sé – le gritó a su sistema y se llevó las manos a la cabeza – ¿qué voy a hacer ahora?

[Iniciando transferencia]

– ¿Es una broma? – corrió a sujetar la pantalla de su sistema, accedió a la cuenta de administrador y canceló la transferencia.

Ya había fallado dos mundos, el tercero le ameritaría una notificación del sistema central lo que significaba que su padre se enteraría de lo que hizo.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora