9.10 Destino doloroso (3)

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Su cuerpo estaba cubierto de sangre y la daga todavía estaba en su mano.

– ¿Qué sigue?

No era necesario preguntarlo, había llegado el momento, la última puerta por atravesar no sería de agua, era la puerta que ya había abierto y que estaba esperando que él la cruzara, del otro lado se podía ver una inmensa oscuridad y no había forma de saber si sus pies tocarían el suelo.

Dio el primer paso y se internó en esa oscuridad.

Sus ojos se abrieron.

La pesadilla terminó, su cuerpo atado al árbol de la vida y cubierto de fango se movió desprendiéndose lentamente, sus pasos se volvieron pesados, a su alrededor mucho del paisaje era diferente, aquello que tanto trabajo le costó construir, Sacer lo estaba destruyendo.

Su cabello era de un tono castaño claro y sobre su rostro se podía ver la línea que trazó siglos atrás.

Los compañeros de cama debían ser hermosos, era el primer requisito y la razón por la cual lo eligieron, por eso tomó un cuchillo y deformó su rostro, eliminó aquello por lo que lo atormentaban y culpó al maestro Renil.

Nadie dudó de sus palabras, ni siquiera le preguntaron por qué no se defendió, tal cosa habría sido imposible, cuando los amos querían dañarlos, ellos guardaban silencio y se curaban por su cuenta para volver al trabajo.

Nadie extraño al maestro Renil, lo juzgaron un ¡arena negra! y siguieron con sus vidas sin saber que su cadáver alimentaba su jardinera y permaneció allí hasta que su mundo creció y mudó el jardín a un lugar más grande.

Después de dañar su rostro lo convirtieron en un probador de drogas, pasó ahí largos años hasta que perdió el sentido del gusto y decidieron que ya no era útil, con veinte años era muy viejo para otras actividades y lo dejaron ser asistente, cargaba materiales, lavaba instrumentos y se sentaba a esperar a que terminaran las clases.

Tuvo algo de tiempo libre, el suficiente para cuidar su jardín y hacer experimentos por su cuenta.

Esa fue su vida y siempre temió que terminaría de la misma forma, sobre un piso de piedra en la torre sin que alguien se diera cuenta de que había muerto.

Pero no fue así.

El portal se abrió hacia un campo abierto y ahí se encontró con un hombre con el aspecto de Sirios Hein.

– Tú otra vez – maldijo Sacer y caminó hacia él – estoy sorprendido, no esperaba que dejaras esa pesadilla – escupió al suelo – dime, ¿por qué no pude entrar a mi espacio?

– Porque este, es mi mundo.

Sacer enarcó la mirada y sin dudarlo lo atacó enviando el fango que cubría la tierra, al hacerlo cientos de portales aparecieron en el aire atrayendo el fango y enviando a la formación rocosa en el desierto.

Un portal se abrió detrás de Sacer y él giró a tiempo para detenerlo, pero lo que se encontró, fue con el mismo fango que él había enviado, el líquido caliente quemaba y Sacer apenas pudo escapar con solo un costado herido.

Otro portal se abrió atrapando su pierna.

Sacer formó una lanza con la oscuridad y la enterró en la tierra para liberarse – no lo has entendido, yo soy el conquistador – liberó su pierna y al mirar de nuevo la tierra notó que había cientos de puntos oscuros, levantó la vista hacia los cristales que cubrían el cielo – no lo harás.

Una cúpula de oscuridad como la que se usó para proteger a las tribus, fue usada por Sacer para protegerse de los múltiples ataques de fuego, hielo y trueno que lanzaban los cristales.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora