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No era partidario de las citas en restaurantes lujosos, prefería quedarse en casa y que Liam cocinara, pero hasta él tenía que admitir que una cita con la ciudad de fondo era algo que no podía perderse y esa noche en especial el cielo se veía hermoso cubierto de pirotecnia.

Entendió que era un día importante, pero no recordaba por qué, miró hacia el frente a la otra silla y la encontró vacía, volteó hacia todos lados buscando a la persona que debía estar sentado con él disfrutando de la vista y no pudo verlo, sonrió - ese idiota, siempre llega tarde - resopló, muchas veces le tocó esperarlo por décadas, pero no importaba, porque siempre llegaba y él iba a llegar a su cita.

¿Cierto?

- PAPÁ - gritó Ángel en el oído de Dogo y no solo lo despertó, hizo que se cayera de la cama - papá, despierta, ya es tarde y la señora Levi se va a enojar.

- La cacatúa - se paró de golpe y miró el reloj - es tarde, ¿por qué no me despertaste?

Ángel entrecerró los ojos.

- Lávate los dientes, rápido.

- Tú vístete.

La mujer de rostro duro que regresaba a Dogo cada vez que él visitaba a su hijo, llegó a la mansión diez minutos antes de la hora y caminó por el recibidor mirando las grandes pinturas, los muebles y la gran televisión, al acercarse a una de las mesas pasó una servilleta blanca y miró el resultado - bastante limpio.

- Contraté un servicio de limpieza - anunció Dogo, en parte era mentira, él no lo contrató, lo hizo Sary en recordatorio de lo mal que vivían en la torre de Lucifer, pero él pagaba, por lo tanto no importaba quién hizo el trámite - y a Max le gusta limpiar de vez en cuando.

La señora Levi asintió con dureza hacia Dogo y sonrió al mirar a Ángel - hijo, ¿quieres mostrarme tu habitación?

- Está arriba - respondió y acto seguido subió los escalones corriendo.

La señora Levi no se perdió ese gesto y miró a Dogo en espera de que él lo regañara por correr en la casa, pero eso no pasó. 

La habitación de Ángel era el único lugar donde Dogo olvidó mirar antes de abrir la puerta y al llegar se dio cuenta de que era un desastre, la cama estaba destendida y llena de cuadernos, audífonos y cargadores, los juguetes estaban regados y la ropa sucia estaba en todos lados, menos en su lugar.

Dogo volteó a ver a Ángel quien estaba muy feliz con su habitación - Max eligió el dragón en las paredes, papá eligió el escritorio y yo elegí las sábanas - señaló la cama, entre todos los objetos se podía ver una sábana con el dibujo de un troll.

La señora Levi se paseó por la habitación y se detuvo frente a una serie de libros abiertos y lo que parecía ser un juguete.

- Ese es mi proyecto - la detuvo Ángel - es el trabajo de mi club de robótica.

Dogo vio una oportunidad - el instituto Raven tiene muchas actividades extracurriculares y Ángel eligió el club de robótica, sus compañeros vienen seguido.

- Y se comen todo - se quejó Ángel.

La señora Levi asintió - se ve interesante, explíqueme en qué consiste.

- Es un...

- No tú cariño, usted señor Hamilton - alzó el tono de su voz - el proyecto de su único hijo, asumo que sabe de qué trata.

Dogo palideció, intentó recordar la última vez que lo vio con sus compañeros, pero cada vez que eso pasaba él se mantenía lejos, los sistemas de cómputo no eran lo suyo - eso es - miró a Ángel que movía las manos sobre su espalda - es un - intentó adivinar - perro robótico.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora