11.7 Explosión

153 38 9
                                    

Un cuaderno y un lápiz fue una petición poco usual, por suerte Milton se la cumplió y eso le dio la oportunidad de dibujar el rostro de ángel tal y como lo recordaba en aquél día de la hamburguesa.

- ¡Wow!, ¿eres retratista?

Concentrado en su dibujo Liam no notó a la chica en silla de ruedas hasta que ella se inclinó casi pegando el rostro a su dibujo.

- Romi - se presentó - en realidad me llamo Rosa, pero todos me dicen Romi, es un apodo tonto, sabes que, no lo uses.

- Liam.

- ¿Cómo el actor?, el de películas de acción, mi mamá lo ama.

- La mía también.

Romi sonrió - no te sientas mal, en mi salón había tres ¡madona! - se acercó un poco más - no hablas mucho, ¿cierto?, te he visto desde hace un par de semanas y aparte de Milton no le hablas a otras personas - señaló al enfermero.

- Me concentro en mi rehabilitación - siguió con el dibujo.

Permanecieron en silencio un momento más y Romi agregó - escuche que muchas de las enfermeras quieren salir con él, pero es casado, ¿qué tipo de mujer crees que sea su esposa?, ¿le gustarán muy mayores?

No era algo que le interesara, aunque a la chica  su lado sí.

- Aquí viene.

- Rosa, vino tu tía a verte - la miró a ella y luego a Liam - y tú, veamos - revisó los musculos de las piernas de Liam - espero no tener más pacientes como tú o me quedaré sin trabajo - se levantó - tu familia hizo una petición para que continuaras tu rehabilitación en casa, vendrías una vez a la semana, por como vas, firmaré mi recomendación.

Era perfecto para Liam, necesitaba salir de ahí y buscar a Ángel.

- Pero, preferiría que te quedaras, no tendrás en casa el equipo ni la atención personalizada y tu recuperación podría ser más lenta.

- Estaré bien - encontrar a Ángel era más importante.

... ... ...

La tierra temblaba y el templo se sacudió, el demonio sellado por miles de años se vio empujado por una fuerza misteriosa y en lo alto la grieta se mantuvo abierta.

La santa miró aterrada temiendo que el fin de su mundo hubiera llegado y a su alrededor las sacerdotisas se pusieron a orar.

¡Orar!

Algo como eso, ¿servía para algo?, siendo consciente de que su alma estuvo a punto de ser devorada Sary miró a la santa - era esto, la razón por la cual me preparabas, ¿erar para esto?

sangre cubría la túnica de la santa al mirarla - es nuestro deber, por siglos hemos protegido este mundo de la fuerza de Calib, somos su vanguardia, vivimos y morimos.

Sary apretó las manos en puños - ¿por qué jamás lo dijiste? - entendía el daño que ese demonio le haría al planeta, pero odiaba pensar que su vida pudo perderse sin entender la razón.

- Es demasiado fuerte, su compañero, no podemos detenerlo.

Sary miró al segundo demonio cuyo cuerpo era más azul que negro y empujaba a Calib hacia el suelo - no es su compañero - no sabía de dónde sacó esa seguridad, solo lo sabía.

Calib tenía pesadas y alargadas raíces cultivadas por siglos, nacidas de las pequeñas inseguridades de cada santa, soledad, envidia, egoísmo, frustración y celos, poco a poco planeó su escape a través de ellas y finalmente lo había logrado, y después de todo ese tiempo, su cuerpo era aplastado por el peso gigante de un monstruo marino, una ballena.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora