11.28 Quisquilloso

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De nuevo la bandeja estaba sin tocar - Liam, tienes que comer algo.

- No quiero.

- Es por tu salud.

- Dije que no quiero - alzó la voz.

Dogo se impacientó - vas a comer hoy o yo volveré con una sonda nasogástrica y te prometo que va a doler.

Liam volteó a verlo - la comida sabe feo - en todos sus mundos hubo una única vez cuando se conocieron como niños, por lo general se encontraban siendo adultos y Dogo estaba acostumbrado a verlo como alguien mayor, pero el chico recostado sobre la cama no era un adulto, era un niño haciendo una rabieta.

- El sabor no importa, lo importante es que es comida y tiene todos los nutrientes que necesitas.

Liam alzó una ceja - el sabor es lo más importante.

- No lo es.

- Sí lo es.

- Pequeño demonio - pensó y resopló - esto es lo que puedes comer ahora, cuando te recuperes podrás comer más cosas, hasta entonces - tomó una cuchara y la metió a la gelatina - abre la boca.

Liam se apartó - no puedes obligarme, gritaré y los doctores vendrán, te despedirán.

Dogo soltó una risotada - soy voluntario.

Liam se apartó de la cuchara.

- No puede ser que quieras morir de hambre solo porque el sabor es malo.

- Me gusta la comida - desvió la mirada - pero no esa comida, se suponía que iba a ser critico de comida, viajaría por todo el mundo probando mucha comida deliciosa, no quiero comer cosas desabridas.

Dogo consideró muy seriamente el tubo por la nariz.

- Yo, comeré solo comida deliciosa.

Un viejo recuerdo asaltó la mente de Dogo, cuando conoció a Liam, él se negó a comer su comida, de hecho, la rechazó tajantemente y pasó mucho tiempo para que la aceptara - tal vez - tragó saliva - algún día encuentres a una persona a la que ames mucho y cuya comida tenga un sabor amargo, pero como amarás mucho a esa persona definitivamente la probarás.

Liam alzó una ceja - eso no va a pasar.

- ¿Cómo estás tan seguro?

- Si es mala cocinera, no saldré con ella.

- Pequeño demonio, debí alimentarte todos los días con laxante - pensó y casi enseguida sintió un cargo de conciencia, si el Liam de quince años soñaba con comer mucha comida deliciosa, no debió ser fácil para él aceptar la comida que le preparaba - dijiste que eso pasará cuando seas grande, hasta entonces, tienes que comer.

Liam apartó la mirada - no quiero comer eso.

- Te prometo que mañana te traeré algo diferente, pero para eso tienes que llegar vivo al día de mañana - mantuvo la gelatina en su mano - necesitas vivir.

- ¿Para qué?, de todas formas - sus ojos se cubrieron de lágrimas - voy a depender de otros por el resto de mi vida.

Su madre que trabajaba todos los días desde que su padre los abandonó, pagando las cuentas con lo poco que sacaban del restaurante y dejando las reparaciones de lado para pagar los gastos del idiota de su hermano, el verdadero sueño de su vida era ayudarla y se había convertido en una carga, sí era de esa forma, lo mejor era morir pronto y no abrumar a su madre.

- ¿Qué quieres comer? - le preguntó Dogo en voz baja - lo que sea que quieras lo prepararé, así que por favor, no te rindas todavía.

... ... ...

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora