7.41 Pareja predestinada (1)

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El camino de regreso fue tranquilo y Avis aprendió que usar a su esposo como transporte tal vez no era lo más recomendable, su cuerpo se balanceaba con los saltos y la velocidad era muy alta.

Pensándolo mejor, sus carruajes cubiertos con cojines, comida, tinas para sus pies y todos los caprichos que Liam le cubría mientras viajaban eran mejores.

Al volver a casa Max bajó de un salto y Avis se deslizó por la suave piel blanca sin mirar las patas cubiertas de sangre – no te transformaste en el festival, ¿hubo algún problema?, no me digas, no puedes volver a transformarte y por los siguientes años tendremos que hacerlo contigo como un lobo, si esas son tus intenciones primero debo hacer una exploración y si es demasiado grande dormirás afuera, no quiero que me partan en dos.

El cuerpo de Liam se movió, su tamaño se fue empequeñeciendo, el cabello blanco cayó al suelo y lo que quedó fue su esposo completamente desnudo.

– ¡Oh!, fue por eso, hiciste bien – si su esposo quedaba expuesto ante todas esas mujeres él lo golpearía hasta la muerte.

Liam le sonrió – nos fuimos del festival antes de la cena, ¿quieres que prepare algo?

– Si, quiero algo ligero y desabrido, fueron muchas emociones por una noche, dormiré apenas lleguemos a la cama.

Max se sentó junto a la mesa con la actitud de un niño castigado que sabía que hizo mal, por su culpa sus padres fueron expulsados de las tribus, era natural que estuvieran molestos – yo...

– Retomarás tu entrenamiento por la mañana – lo interrumpió Liam.

Max se sorprendió, no esperaba esa respuesta – ¿puedo hacerlo?

– Sí vas a lanzarte de boca al precipicio por lo menos tienes que aprender a caer parado, entrenarás por las mañanas.

Max se sintió muy feliz.

– Y estudiarás por las tardes – completó Avis poniéndole fin a la felicidad.

– Y estarás encerrado en tu habitación por las noches, pondremos un candado para que no escapes.

– Tampoco tienes permiso para aventurarte solo en el bosque.

– Descansarás cada seis días de los estudios, será bueno y te dará la oportunidad de ayudarnos a limpiar.

– Ustedes son los peores – se levantó para ir a su habitación.

Avis y Liam se quedaron en el primer piso – ¿hablaremos sobre lo que pasó?

– No tiene caso, el príncipe Dor aprenderá su lección, hasta entonces, lo mejor para nosotros es quedarnos aquí, estaremos a salvo.

Avis asintió, no le molestaba vivir alejado del resto de las tribus, de hecho, era agradable, como una pequeña casa en medio del bosque donde solo eran ellos tres. Y si no volvía a ver a Ivon Orlan, sería más feliz.

Al día siguiente la última persona a la que esperó ver llegó a la puerta.

Su primo Meses y una pequeña niña de siete años.

– ¡Meses! – corrió a abrir la reja – sabía que alguien vendría y por eso preparé mucha comida – era mentira, pero se escuchaba mejor.

– Suena bien – detrás suyo la niña abrazó su pierna y Avis le sonrió – quería disculparme.

– ¿Por qué?

Bajó la mirada – ayer en el festival, se suponía que yo cuidaría a Max.

Avis lo detuvo moviendo las manos de prisa – no fue tu culpa, mi hijo tiene tiempo siendo un niño malcriado, lo estamos corrigiendo, no te preocupes y – miró hacia la pequeña que se aferraba a la pierna de Meses – esta pequeña lindura, ¿quién es?

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora