8.10 Intercambio

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Mirza se mostró sorprendido.

– ¿Qué fue lo que le dijiste? – le gritó Selim y le dio un golpe en el rostro.

Los sirvientes salieron corriendo.

Mirza se levantó del suelo y miró la sangre en su nariz – ¿cómo te atreves?, ¿no conoces tu lugar?

– No ha querido verme desde que dormiste con él, ¿qué fue lo que hiciste?

Mirza sonrió – si después de dormir conmigo no es capaz de llevarte a su cama no puedes más que culparte a ti mismo, te daré un consejo para tu próximo amo, jamás sueltes el favor.

De nuevo golpeó su rostro, dos de los guardias entraron a la habitación solo para encontrar una batalla unilateral y separar a Selim sujetándolo de los hombros, ambos fueron incapaces de detenerlo y fueron golpeados hasta caer al suelo, Selim quería volver el rostro de Mirza irreconocible.

Diez minutos después, ambos estaban de rodillas en el suelo del salón bajo la atenta mirada de Videl, el rostro de Mirza sangraba y sus manos temblaban.

– Alteza, ¡mire lo que me hizo!, tiene que detenerlo, es un criminal.

– Cállate – le gritó Videl – sabía que las esposas reñían, pero jamás imaginé que vería eso en mi propia casa, debería castigarlos a ambos, son el consorte y el concubino de un príncipe, no vendedores de verduras en el mercado.

Selim mantuvo la cabeza baja y Mirza lloró.

– Hasta que no sean capaces de llevarse bien, estarán encerrados, no quiero ver a ninguno.

Tanto como quiso levantar la cabeza Selim permaneció mirando el suelo, a su lado Mirza sonreía y lo único que quería era romperle la mandíbula, pero eso solo empeoraría su situación.

Una vez en su habitación, golpeó la pared con su puño.

Todo estaba bien, tenían todo el tiempo que querían y podía verlo cada mañana y cada noche, ni siquiera la llegada de un consorte hizo que cambiaran su dinámica porque Videl encontró la forma de resolverlo y entonces fue él y lanzó todo por la borda.

A quién debió golpear fue a sí mismo.

Alguien tocó la puerta y él corrió a abrirla, el sirviente que entró era Kyle y llevaba una caja en la mano – su alteza me pidió que le trajera algunos libros – se humedeció los labios.

Kyle era un año más joven, uno de los sirvientes que llegó a la mansión cuando era un niño, una vez le dijo que tuvo suerte de que su amo lo dejara ciego de un golpe porque el príncipe tenía debilidad por los esclavos con deficiencias visuales, también era uno de los pocos en quienes confiaba – buena suerte – agregó antes de irse.

– Gracias por escoger los libros – quiso agradecerle porque reconoció uno de los libros que dejó pendiente en su último viaje a la biblioteca.

– ¡Oh!, no, de ninguna manera, Selim, estos libros los eligió el príncipe personalmente.

De prisa dejó la caja sobre la mesa y comenzó a sacarlos uno por uno para revisarlos, el libro sobre política que comenzó a leer, el libro de idiomas que llevaba a la mitad y el siguiente tomo de la enciclopedia que estaba siguiendo, los tres libros de historia, dos libros de leyes, todos y cada uno de los libros que consultaba periódicamente o en los que mostró interés, estaban ahí.

Sin importar que no se habían visto, Videl estuvo al tanto de él.

¿Por qué fue tan estúpido como para dejarse engañar?

En el tiempo que duró su encierro tuvo más tiempo para centrarse en los libros que le interesaban, quería aprender más sobre la historia del reino y sus reinos vecinos, las reglas de etiqueta que debía seguir la realeza, las costumbres, tradiciones y cualquier cosa que podría considerarse una ofensa, también, quería buscar una forma en la que Videl pudiera dejar de vivir bajo la mira de su hermano.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora