8.5 Solo un esclavo

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La hora del baño llegó, Videl se quitó la bata, entró en el agua y Selim se sentó a su lado con una firme convicción – alteza, me gustaría tener el honor de tallarlo.

– ¿Eh?, ¡oh!, está bien, tengo un sirviente para eso.

– Se lo suplico – se puso de rodillas.

Belum llegó como cada mañana, acomodó la bandeja y notó que Selim estaba de rodillas y con la cabeza a un paso de besar el suelo. Bastante ridículo.

– Belum, puedes irte, ya no te necesito – anunció Videl.

– Pero, alteza.

– Tienes la mala costumbre de esperar a que reitere mis órdenes antes de obedecerme, ya no trabajas más para mí.

Belum apretó los dientes – como diga, su alteza.

Selim sonrió ante su pequeña victoria, tomó el jabón, el paño y descubrió que era excesivamente delgado, cuando frotaba, podía sentir cuán suave era la piel de Videl – maldito idiota – pensó con los dientes apretados, si algún día tenía la oportunidad, le cortaría las manos a Belum.

El sabor en su comida era común, pero había algo extraño con el agua.

– Selim, ¿pasa algo?

– Nada – respondió de prisa y siguió comiendo.

Por la tarde llegó el profesor de Videl y Selim se sentó a su lado, en pocas semanas las letras dejaron de ser símbolos ininteligibles para convertirse en palabras y comenzaron a cobrar sentido.

Estaba muy feliz.

Pasado un año y medio desde el día en que llegó a la mansión noto que los sirvientes se volvían más hostiles, el frasco de tinta estaba seca, sus hojas eran cortadas de los cuadernos y la comida tenía un sabor extraño.

– ¡Selim!

– Estoy bien – contestó mecánicamente.

Las personas que no lo querían, ni siquiera entendía la razón, exceptuando al mayordomo Mateo, al príncipe Videl y a dos de los sirvientes principales, todos los demás tenían la piel oscura, se suponía que eran como él, no tenían razón para menospreciarlo.

¿Por qué?

La figura de Videl apareció de pronto y lo siguió por inercia, por la forma en que se alejaba tuvo el impulso de ser precavido y caminó con pasos lentos.

Se escuchó un golpe.

– Los sirvientes están muy molestos, no es algo que pueda arreglar, alteza, usted es demasiado permisivo con el joven Selim, él come en su mesa, comparte su baño, y toma clases con su maestro, pero no lo respeta, lo hemos escuchado ser grosero y altanero, incluso llamarlo por su nombre.

– Yo le permití hacerlo – gritó Videl.

– Alteza, no puede culpar a los sirvientes, ellos lo aman mucho y no les gusta que exista una persona que no le rinda respeto y que sea tan favorecida.

Selim no escuchó el resto de la conversación, se alejó corriendo hacia el jardín y de nuevo miró a su alrededor, los sirvientes con los que se consideraba un igual.

¿Realmente lo era?

Él comía en la mesa principal la misma comida con la que se alimentaba el príncipe, su ropa era de la mejor calidad y el único trabajo que tenía en esa casa era abrazarlo por las noches, no se comparaba con el trabajo duro de los sirvientes que pasaban todo el día cocinando, limpiando o trabajando en el jardín.

Para todos ellos, debía ser molesto, uno de los suyos dormía en la cama principal y no lo merecía.

De la forma en que era, solo le daba problemas al príncipe.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora