9.11 Sujeto de experimentación

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Para un viajero, la muerte no era un final, sino una transición y al terminar una misión, la muerte se convertía en un simple botón rojo.

Morir no causaba temor porque sabían que no era una muerte real y que al segundo siguiente se encontrarían en la habitación blanca de siempre con algo de apetito y ganas de estirar las piernas.

La estación era lo bastante grande como para tener su propio gimnasio, plaza, sala de estudios, proyector de cine, cafetería y piscina. Esa era la imagen que aparecía en sus cabezas al pensar en la muerte, ¡vacaciones!

Morir no era importante.

Excepto, cuando un viajero tenía dos misiones fallidas y se encontraba ante la única oportunidad de terminar una misión exitosa.

– Por favor no me mates – se puso de rodillas con lágrimas en los ojos – haré lo que me pidas, tengo dinero, mucho dinero, oro, joyas preciosas, comida, ¿te gustan las hamburguesas?, puedo conseguirte todas las que quieras, dulces, pasteles, o una caminadora, se venden muy bien y si tienes una novia, mi tía es la diosa del amor, tiene lencería a mares, te lo digo en serio, una vez entré a la bodega y no creerás lo que vi.

Sirios bajó la pistola – ¿qué mierda pasa contigo?

– Mi hermano dice que me caí de la cuna cuando era pequeño y que tengo daño cerebral, pero es un idiota – se encogió de hombros, hasta ese momento Ángel estaba muy preocupado por fallar su misión y no notó las heridas en el cuerpo de su atacante – en la madre, vas a transformarte.

– Sí te caíste de la cuna – siguió caminando hasta la silla más cercana y se recargó – tráeme vendas, gasas, alcohol y antibióticos.

– Claro – corrió alejándose y diez segundos después volvió – ¿dónde encuentro esas cosas?

– Dijiste que podías conseguir lo que sea.

– Cierto – abrió la pantalla de su sistema, escribió los artículos que necesitaba y los fue sacando uno por uno, todo el proceso fue observado por Sirios – a veces me distraigo un poco, vas a necesitar anestesia, ¿necesitas ayuda?

– Pásame el agua – se quitó el traje y Ángel se agachó para ayudarlo a limpiar y vendar las heridas.

– Te ves terrible, vas a transformarte, ¿lo sabes?

Lo sabía, pero antes de que eso pasara, planeaba usar los productos de su sistema, respecto a eso, pensó que era algo extraño, resultó que era común, incluso ese chico tenía uno.

– Es una pena, porque si hubieras llegado en uno o dos meses, pudiste ser mi primer sujeto de experimentación, estoy trabajando en una cura, ¿sabes?

El tiempo que le había dedicado a esa cura, era de media hora.

Los ojos de Sirios brillaron – ¿cuánto has avanzado?

– Digamos que un treinta o un treinta y cinco por ciento.

Más específicamente, un cero por ciento.

Sirios se humedeció los labios – ¿ya tienes alguna muestra?, lo que sea, si retrasa los efectos me sirve.

– Bueno, sobre eso, todavía no llego a las pruebas clínicas, pero tengo muchas esperanzas, ves la computadora de allá, ahí tengo toda mi investigación y está llena, definitivamente lo lograré.

Sirios no esperó, se levantó apoyándose en las sillas hasta llegar a la computadora y miró los reportes, fue pasando entre los monitores y bajando en la información, como si entendiera lo que estaba escrito.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora