9.34 El conquistador

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Liam deseaba que alguien le dijera que escuchó incorrectamente o que estaba teniendo un mal sueño, se llevó la mano a la frente y suspiró – no fue bueno que fueras el primer sujeto de experimentación de tu vacuna.

Dogo sonrió – estoy cuerdo cariño.

- Bien, ¿de qué forma vas a conquistar el mundo?

- Zombis – los señaló – toma algo de tiempo y el material es terrible, en serio, hay algunos que están en los huesos, les agarras la mano, tiras y se desprende, te quedas con un brazo moviendo los dedos y lo único para lo que sirven es para rascarte la espalda, por cierto, ¿no te pica la espalda?, porque tengo muchos de esos – señaló hacia atrás donde había un extraño montículo de brazos con dedos – son automáticos, rascan solos.

[Mensaje entrante, horrible ser humano: esto ya se volvió bizarro, Liam, desde que nos separamos Dogo no ha tenido su inyección, ¿crees que eso pudo afectar su estado de humor?]

- ¿Cuándo fue la última vez que te inyectaste?

- No consumo drogas, soy un asesino, necesito mi cerebro lúcido.

Liam rodó los ojos – sabes a lo que me refiero.

- Hace meses, ¿por qué?

- Porque se te zafó un tornillo – buscó un lugar para sentarse – tus soldados tienen fecha de caducidad, van a dejar de ser carne para ser solo huesos y después de que eso pase no podrán mantener sus extremidades juntas, ¿qué harás después?

Dogo frunció los labios – déjame adivinar, eras ese estudiante que levantaba la mano para decir, ¡maestro!, ¿va a revisar la tarea? – agudizó la voz - ¿por qué le quitas todo lo divertido?, ¿no te das cuenta?, aquí soy el rey – se sentó en su trono – tengo todo lo que quiero.

- ¿Qué harás cuando los vivos reclamen la ciudad?

- Matarlos.

Viniendo del hombre responsable de la vacuna que salvaba a las personas.

- ¿Qué pasó ese día?

¿Qué fue lo que cambió?

Dogo no respondió, se limitó a acomodarse en su preciado trono con las piernas recogidas – nada en particular, ¿por qué?

- ¿Dónde estuviste este último mes?

- Haces demasiadas preguntas, ya me encontraste, ya puedes irte – movió el brazo para indicarle que se fuera – tengo un día muy ocupado y hay muchas habitaciones que llenar.

Justo en ese momento, cuatro zombis entraron a la habitación cargando lingotes de oro, por el estado deteriorado de los zombis cada uno cargaba un único lingote.

- Ah, esto va a tomar años – dijo rascándose la cabeza.

- Asaltaste un banco.

- Seamos honestos, los dueños de ese oro ya deben estar muertos, no lo necesitan y yo sí.

Liam sonrió – tienes que fortalecer a los zombis o no durarán después de la vacuna y necesitas una fortaleza impenetrable, no esto, comenzaremos buscando un terreno libre, separa a los zombis que pueden servir como trabajadores y olvídate del oro, no nos sirve.

- Wou, wou wou, ¿estás demente?, no te olvidas del oro – abrazó un lingote y lo protegió de Liam – tranquilo orito, no escuches al hombre feo.

- Y quítate esa ropa.

Dogo se cubrió con su hermosa chaqueta negra de cuero – no quiero.

- No es a lo que me refiero, va a bajar la temperatura, ponte algo que de verdad abrigue – sacó un mapa del bolsillo interno de su abrigo.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora