C h a p t e r 2 0

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Las ansias me estaban carcomiendo enterita de pies a cabeza. Solo temblaba asustada, como si fuera un perrito chihuahua desnudo en plena nevada. No dejaba de pasarme los dedos por los dientes, deseosa de mordisquear pero sin poder hacerlo porque no tenía ya nada de uñas.

Además, por la mañana me las había arreglado para que lucieran bonitas y presentables. Las limé para que estuvieran parejas y les coloqué unas cuantas capas de barniz rosa pastel.

Ya para ese día, mi descontrol hormonal a causa del período se había detenido y ya estaba fresca como lechuga, excepto por la cara llena de grasa a la cuál había dado una rutina de cuidado la noche anterior. Ahora se veía lo bastante bonita como para estar decente.

Bella y yo ese día iríamos a casa de los Cullen para conocer a la familia formalmente. Después de la otra noche en que besé por primera vez a Jasper, todo resplandecía en tonos fosforescentes para nosotros, en armonías y notas altas abrumadoras y emocionantes.

Que si me había vuelto una poeta, sentía que sí, porque el afecto me tenía enceguecida y boba, enamorada hasta la más recóndita de mis fibras.

Había elegido un conjunto que creí me haría ver bien. Me sentía bastante segura y capaz de usar lo que yo quería y que me hacía sentir bien. Después de darle tantas vueltas, al fin había entendido que la verdad, no, yo no tenía culpa de absolutamente nada.

Pensé y me comí la cabeza solo en eso, repitiéndome mucho que yo fui la causante, que lo provoqué, pero poco a poco caí en cuenta, de que estaba en mi derecho de vestirme como quisiera, de transitar con libertad y nadie debía tocarme sin mi consentimiento sin importar mi conjunto.

Y aunque a veces la espinita regresaba y me decía lo contrario, sabía esquivarla con agilidad.

Me alisé una vez más la falda roja de estampado escosés y acomodé mejor el doblez frontal de mi blusa negra de manda larga. Estaba cálida y fresca, lo suficiente como para no morir congelada, y muy arreglada incluso para mí.

Apenas salí, me encontré con Bella, que ya estaba también arreglada. Ambas nos miramos de pies a cabeza... y nos empezamos a reír.

—Me gusta ese suéter, se ve lindo con esos jeans —adulé, acomodándole unos cabellos despeinados que se le zafaban de su diadema.

—A mí me gusta tu falda. Luce muy bien en ti —sinceró.

Nos volvimos a reír antes de encaminarnos cada una por nuestro lado. Bajé entre brincos las escaleras, las botas de gamuza negra con un ligero tacón resonando contra el suelo de mi casa a cada paso que di.

Papá no estaba. Salía temprano por la mañana para investigar junto con su equipo alguna pista sobre el "animal" que estaba suelto en Forks y llegaba hasta tarde, agotado, a tal grado en que apenas y nos podía decir buenas noches antes de quedarse dormido en el sofá.

the 1 (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora