C h a p t e r 3 3

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Los besos de Angel eran suaves, delicados y sublimes. Ella tenía los dedos fríos por excelencia, sin llegar a compararse siquiera con los de Jazz. Ella me envolvía en sus brazos con esmero, apretándome a su figura femenina, aunque yo era más alta que ella.

Solía tomarla por el cuello, impulsándola a mi boca. Era enérgica y ruda, sin llegar a lo hosco. Simpre me tocaba con confianza, en algo que a mí me gustaba. Sus gestos y sus agarres me parecían aletargantes, además de que me ofrecían la calma que mi tonta e ingenua alma necesitaba.

Cuando su mano se escurrió por encima de mis jeans hasta mi entrepierna, me fue imposible no temblar, alucinada, tentada a pecar. Lo oscuro del rincón en que nos hallábamos nos favorecía y yo solo quería gozar de lo que sea que quisiera brindarme. Me acarició traviesa, riéndose entre besos, llenándome de placer que me recorrió completa en cada fibra de mi cuerpo. Jadeé, ansiosa, su paladar cautivándome, sus dedos haciendo que luciera como una demente.

Quería tanto, solo debíamos arrinconarnos más.

—¿Angel? —Alguien la llamó.

Un par de chiquillos, de unos dieciséis nos miraron con diversión. Sentí el calor subirme en las mejillas y solo me quedé quieta, notando como la rubia arrugaba el entrecejo.

—Depende de quién la busque. Estoy ocupada —bramó, su menuda figura se colocó frente a mí con los brazos cruzados. Lucía enfadada, cosa que me hizo reír.

Sí, la estábamos pasando bien.

—Dijeron que tú podías...

Puedo pero es para mayores, adiós —cortó de mala gana. Los muchachos no parecían satisfechos, así que bufaron y terminaron por sacar un fajo de billetes que me hicieron arrugar el entrecejo, dudosa.

Se relamió los labios y soltó una risita. Me echó una última miradita, sus pupilas dilatadas ocultando el color azul celeste de sus ojos, sin embargo se marchó a paso veloz con los chicos, dejándome algo confundida con su comportamiento.

Angel resultaba un misterio que no quería descubrir. Sabía que andaba metida en cosas ilícitas y que jugaba conmigo, mas no me importaba. Mientras yo lo disfrutara y mi mente divagara, por mí todo iba bien entonces.

Por la mañana, me sentía desfallecer.

Mi cuerpo parecía que se arrastraba por los pasillos de la escuela ante el cansancio que sentía. Bella iba a mi lado como de costumbre antes de encaminarse a su salón de clases. Los corredores se fueron vaciando hasta el punto en que ningún alma además de la mía se encontrase. Eso me permitió llorar por un rato en tanto me hacía la desentendida que según buscaba su aula, la que evitaba desde que llegué.

—¿January Swan? —Una voz masculina me llamó. Me limpié con la manga de mi gigantesco bleizer negro la cara y sonreí, fingiendo que me encontraba bien cuando en ese instante, de pronto la bruma se hizo presente.

the 1 (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora