the 1 (Jasper Hale)

C h a p t e r 5 2

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Me causaba algo de acongojo que el buen humor de Jasper se marchara con la visión de Alice. La desconocía, pero si consiguió eso en un solo instante, es porque no era nada bueno en lo absoluto.

Al final del día de escuela, me llevó directamente a la comisaría, explicándome con calma que primero iría a hablar con su familia al respecto y prometió que por la noche me iría a ver para mantenerme al tanto; además, era nuestra noche de la semana.

Junto con Edward se puso una especie de horario, lo cual me incomodaba. El cobrizo se la pasaba toda la semana aquí, así que no existía privacidad alguna. Temprano por la madrugada Jazz venía y se quedaba el tiempo suficiente antes de que llegase su hermano. Conversábamos, jugábamos ajedrez o cartas y solíamos leer.

Planté un casto beso en su boca y me marché inquieta al interior de la comisaría, donde saludé a la mujer de recepción antes de continuar hasta el escritorio de papá, que lucía agitado.

—Hey —saludé con una minúscula sonrisa. Levantó la vista de los papeles un segundo y me miró.

—Hola, Jan. ¿Y tú hermana? —Curioseó. Una pareja ingresó, ganándose la atención de mi padre.

—En camino —respondí. Los desconocidos fueron guiados a donde nos hallabámos, así que en silencio me pidió aguardar.

No solían dejarme pasar demasiado, pero sí tenía algunas libertades para explorar el pequeño departamento de policía de Forks. El condado era pequeño, sin embargo, tenían muchísimo trabajo debido a que algunos criminales solían extenderse hacia acá.

Admiré la pizarra que llevaba fotografías de personas a quiénes estaban buscando, así como algunas otras de desaparecidas. En el instante en que mis ojos cayeron en Riley Biers, escuché que pronunciaron el nombre a lo lejos.

Pero justo debajo, había otro que me generó curiosidad.

Hubiera deseado no ver.

Se me secó la boca y sé que dejé de respirar en el instante en que vi su fotografía, reluciendo su belleza arrolladora y descuidada.

Peridott "Angel" Prior. ¿Su nombre era Peridott? Solo la conocí por su apodo, aquel que distaba mucho de ella, así que me resultaba extraño ver que ese era su real identidad... si es que ella tenía una.

—Ah, ¿la conociste? —Curioseó un oficial que pasaba por allí. Quité la mano que acarició quién sabe cuándo el anuncio, como si me quemara.

—No.

—Que afortunada que eres entonces —farfulló, con una sonrisa torcida y llena de decepción.

—¿Qué quiere decir con eso? —Indagué, tratando de que no se notara la exaltación que aquello me provocó. En la mano llevaba un trozo de pan al que le dio una mordida.