i n v i s i b l e s t r i n g

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E x t r a  I I IF i n a l

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E x t r a  I I I
F i n a l

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El viento fresco del verano en Moscú era agradable. Incluso cuando no podía sentir frio o calor, esa clase de caricias sutiles eran diferentes, de alguna forma, hacían que mi piel pudiese al menos apreciar parte de su bella naturaleza.

Eun-Hye me sonrió, su adorable rostro reluciendo de felicidad mientras compraba en un pequeño puesto unos cuantos recuerdos que llevaría a la familia como regalo. Lucía contenta, eligiendo brazaletes y demás accesorios especialmente para cada uno de nuestros peculiares parientes.

—¿Te gusta este? —Curioseó, su tono cantarino lleno de amabilidad embelesando mis tímpanos. Me acerqué a ella y me permití colocar mis manos en su estrecha cinturita. Ella se rio, vivaracha, mostrándome una cadena de oro con un patrón extraño, pero bonito— imagínalo con el emblema familiar. Se te vería muy bello —susurró, entusiasta.

—Tienes buen ojo, supongo que sí —mascullé, generando que soltara un agudo chillido antes de plantar un suave beso en mi cuello, su altura y ni aun con tacones le permitía alcanzar mi mejilla, lo intentó antes un sinfín de veces y la única manera de conseguirlo, era saltando, pero era tan llamativa cuando lo hacía que solo lo intentaba cuando nos hallábamos en privado.

Tomé su mano y juntos caminamos por la calle, las luces de la ciudad iluminándonos esa noche. Parecía ser una fiesta, todo el mundo iba de aquí para allá, viviendo de una felicidad inaudita.

Después de muchísimo tiempo, a pesar de que sabía que más de uno había perdido la fe en nosotros, al fin sabíamos mantener la sed a raya y vivíamos con plenitud, sin deslices. No recordaba cuando fue la última vez que ambos tuvimos los ojos rojos, porque fue hace ya tanto tiempo, que lo único que podía recordar de mi adorada Eun eran sus orbes centellando como dos gotas de miel dorada a la luz del sol del atardecer.

Ella iba contenta con sus bolsos de compras. Apenas y podía cargarlas en una de mis manos para poder tener la suya en la otra, pero valía la pena. Me gustaba su tacto, lo adoraba, lo veneraba; su toque siempre me resultaba reconfortante y delicado, una sensación gratificante me embarcaba y era como si toda su vida y su esperanza llegasen a mí.

Compartía toda su alegría y su amor conmigo. Era inaudito. No lo entendía, como algunas cosas debían ser así.

Sonreí entusiasta cuando ella se fue a probar una serie de vestidos que eligió muy al azar; ambos sabíamos que lo que se colocara, sin importar si le quedaba grande, se vería perfecta. Con risas cómplices la vi dirigirse hasta el probador, su diminuta figura cargando con montones de telas. La esperé, apenándome cuando escuché como varias señoras hablaban con ternura sobre nosotros.

—Admire la belleza de su esposa, caballero —canturreó juguetona tras correr de forma dramática la cortina, modelando un delicado vestido de tonos lilas y flores que la hacía ver celestial. Estilizó su suave figura femenina y cada una de sus curvas, dándole la apariencia de un sublime pecado, pero cuando escuché su risita jovial y su enorme sonrisa infantil, era casi imposible no cambiar mis pensamientos a otros que me hacían creer, que era el ser inmortal más afortunado sobre la tierra— ¿la ha admirado?

the 1 (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora