C h a p t e r 1 8

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Ese día, el dolor en la zona baja del vientre me incomodó por montones y al mismo tiempo, encendió una alarma de preocupación que de inmediato me hizo imaginarme un montón de escenas diferentes.

Pensé la forma en que podría evitar el olor o bloquearlo un poco, porque sabía de las habilidades súper desarrolladas que los Cullen poseían ahora, pero no tenía en realidad ni idea de si mis soluciones conseguirían ser positivas o en tal caso... negativas.

Estaba nerviosa, por no decir asustada. Me encaminé junto con Bella hasta la entrada de la escuela, viéndola que se redireccionaba hacia el bosque.

Su mirada pedía que la cubriera, y aunque no era como que yo estuviera del todo de acuerdo con ello, terminé asintiendo, buscando esconderme cuánto antes en las instalaciones antes de que Jasper fuese capaz de encontrarme.

Me escabullí entre los alumnos, y charlé con todas mis alarmas encendidas con Angela y Eric quienes parecían más cercanos después de que ella lo invitara al baile. Por supuesto que me preguntaron al respecto de mi estado, pero fingí demencia diciendo que estaba fenomenal, aun cuando mi cara demostraba lo afectada que algo me tenía.

Huí y traté de esquivar las clases de los Cullen, preguntándome cuántas chicas en la escuela tenían un ritmo similar al mío y qué ocurría con ellos en estos casos.

Avancé con confianza cuando los pasillos se vaciaron y simplemente me encaminé hasta mi siguiente clase.

Lo que no me esperaba es ver a Jasper tan de pronto y mucho menos que me empujara con cuidado para meterme al primer salón que hallamos vacío.

—¡¿Q-qué haces?! —Chillé, pero él me cayó con una simple mirada en tanto se sacaba el suéter que llevaba.

Me ruboricé, ya que su camiseta había subido un poco dejando ver parte de su torneado abdomen pálido. Volteé la mirada, fingiendo no haber visto nada.

Para cuando él se me acercó, llevaba los brazos al descubierto. Me hubiese perdido de forma grata en la curvatura de sus músculos pronunciados, ocultos siempre bajo las mangas de su ropa cálida, justo como las pronunciadas marcas de mordeduras que me hicieron contener un jadeo de temor.

Gritaban con alerta, como si estar a su lado fuera peligroso. Tragué saliva, deseando quitar mi vista de las cicatrices que recubrían sus blancuzcos brazos, y por suerte él me ayudó con eso, ya que pronto acortaba su distancia conmigo para enredar su suéter a mi cintura, atándolo y cubriendo con cuidado mi trasero.

De inmediato volví a la realidad.

—Ay no —murmuré, llena de vergüenza, haciéndolo reír— lo siento, ¡de veras lo siento! —Exclamé, recordando mi condición, que de seguro mis pantalones aunque eran algo oscuros aún así seguro se hallaban manchados y que esto podría ser una tortura para él.

the 1 (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora