𝐭𝟏│ ˚ : · Vivir con memorias negativas para todo el mundo resulta un martirio, una tortura que en algún momento... podrá detenerse. Sin embargo, cuando estás condenado a vivir por siempre con ellas, con agonías y catástrofes que te sobrepasan en...
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E x t r a I I
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Extrañaba a January como no había extrañado a nadie desde Geneviene. No entendía cómo era posible y me era extraño pensar en que mis propias emociones hacia ella habían propasado más allá de un cariño intenso. Era mucho más, algo que no creía posible que pudiese sentir de nuevo, emociones que yo bien sabía, no me merecía en lo absoluto, un frenesí inaudito que alguien como yo, no tenía por qué vivir.
—Supongo… que este era el castigo que en realidad estaba esperando, Vi —susurré con suavidad, admirando la gastada lápida, junto a ese viejo árbol que de algún milagro, en compañía de la arboleda en que se resguardaba, continuaba de pie—. Todos estos años no se comparan en lo absoluto con la falta que me hace. Lo ocurrido ese día, ¿fue acaso una venganza de tu parte por amar a otra persona?
Sonreí con amargura. Mi adorada Genevieve estaba libre de esa clase de emociones negativas. Jamás sería capaz de desearle el mal a alguien. Esto no era culpa de nadie, quizá del destino que nos atormentaba, que me perseguía y acongojaba. Detestaba a más no poder no comprender porqué debían ser así las cosas, pero quería creer, que quizá en algún momento, podría obtener la respuesta que yo tanto ansiaba.
Los días se me iban en eso, tener que encontrar en que distraerme en tanto pensaban Carlisle y Esme qué hacer conmigo, ya que me hallaba incluso más perdido de lo que alguna vez pude estar. Ni siquiera cuando dejé al clan mexicano de María me sentí así, a la deriva.
A veces, solía pensar en Jan, en lo desolada que debía de hallarse para encontrar confort en la bebida. Podía escuchar la voz trémula de Alice hablándome al respecto entre mis memorias; las emociones negativas volvían a mí y mi impulso por volver a Forks y protegerla de ella misma solo incrementaban. Imaginar su rostro en llanto solo me hizo estremecerme con dolor; incluso en el pecho algo me apretujaba y acongojaba con bruma al considerarla viviendo con miles de agonías persiguiéndola.
Mi brillante January. Rogaba a que el mundo no pudiera robarle ese esplendor que ella poseía. Dios, era anormal y enclarecedor pensar en el hecho de que, un menudo cuerpecito pudiese contener tanta armonía. Era inaudito. Y lo más raro de todo, es que ella me quería.
Y me quería tanto que me resultaba una tortura.
Siempre lo fue.
Y siempre iba a serlo el pensar, en que ella me amó tanto como yo la amé.
No estaba haciendo nada más que recriminarme de nuevo mi absurda existencia tirado en el suelo del hotel en que me hallaba hospedado. ¿Para qué continuaba viviendo? ¿Qué motivo o propósito tenía yo para seguir aquí?
