C h a p t e r 3 2

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Bella me miró con una ceja enarcada, de nuevo, su rostro surcando la mayor de las faltas de expresión, pero eso no evitó que aun así desconfiara de mi palabra. Gruñí, fingiéndome ofendida, aunque estaba asustada de su amenaza.

En contexto: quería darle un ultimátum, porque verla en ese estado me comenzaba a impacientar y desesperar. Estaba en depresión y había sido comprensiva por estos largos dos meses, ya que por lo menos, intentaba ser la mejor en la escuela con calificaciones excelentes e incluso había conseguido un pequeño empleo con el cual solía consentirme con su salario… sin embargo, ya no podía seguir actuando como si nada cuando literalmente, solo va de aquí para allá, ajena a todo por la ausencia de Edward Cullen.

Repudiaba al hermano de Jasper con cada una de mis fibras. Me parecía inaceptable el hecho de sus actuares el día que se marcharon. El hecho de que Bella no había aparecido ese día por un largo rato a causa de que el imbécil la dejó sola en desdicha en la mitad del bosque, inconsciente y vulnerable, hizo que el odio que no le sentía se acrecentara con velocidad.

Es por eso que me parecía tan importante hacerle ver que ya era suficiente, que yo la ayudaría a salir del agujero en el que se hallaba sumergida, pero no quería marcharse de ese lugar. Ella deseaba quedarse sumergida en las fauces de una oscuridad en la que se había internado con la partida de Edward y su familia.

Sin embargo, no podía hacer nada, no cuando yo también tenía mucha cola que me pisaran.

–Primero arregla tu vida, Jan –destiló venenosa, haciendo que me quedara callada.

Entonces su ceja se arqueó, cuestionándome. Me removí inquieta en mi posición, sus orbes del marrón oscuro como el chocolate amargo mirándome con atención. Bella tenía un punto, por mucho que me doliera aceptarlo. Ambas naufragábamos en diferentes mareas turbias y crueles, y si en serio quería ayudarla, primero debía salir de mi tormento.

—Puedo ayudarte sin hacerlo, Bell's —susurré, llena de inseguridad, con la voz hecha un hilo.

De nuevo, a mí no me importaba mi condición si con eso podía ayudarla a ella. No me molestaba quedarme en esos tsunamis de emociones negativas y ahogarme allí si con eso conseguía salvarla de sí misma. Yo no podía ver que para ella era algo similar, pero sabía que no podía ayudarme ni por mucho que lo intentase y no quería que yo “cargara” con ella.

—No puedes —afirmó, encaminándose silenciosa a su habitación, seguro a sentarse a contemplar como el cambio de estación llegaba a Forks a través de su ventana.

Me tembló la barbilla y la vista se me nubló. De por sí, ya traía un dolor de cabeza que me inquietaba y me amargaba, en ese instante con el llanto que me embargó terminó empeorándolo. Me limpié las lagrimillas que me escurrieron por la cara, apesumbrada a causa de la realidad en la que me encontraba.

the 1 (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora