Era ensordecedor, hermosamente ensordecedor escuchar a la gente gritar alrededor de nosotros.Cuando todos se dieron cuenta quienes iban a ir en esta vuelta, sus gritos eufóricos no se hicieron esperar, alimentando mis ansias, mi sed de correr, el riesgo que deseaba tomar. Y es que era todo aún más emocionante con la idea de que algo más estaba de por medio, y no estábamos contra personas desconocidas, no. Nada más ni nada menos que la competencia. Aquí las cosas se estaban poniendo de la mejor manera posible.
La sonrisa de Esteban y el placer en la mirada de Thiago, me lo dijo todo, y me reflejé en ellos. Les piqué el ojo aún dentro del carro y miré la calle, apretando el volante.
La gente se volvió loca al ver que no solo estábamos compitiendo con autos, sino, que habíamos aceptado que usaran sus motocicletas y generaban un incendio entre la multitud. Sin duda, a muchos, les encantaba esas máquinas, y no podía quitarles el gusto, eran realmente deslumbrantes. Las ruedas portaban algunos colores neón que estaban bien encendidos, igual que algunas partes de las motocicletas. Esa pintura se quitaba, ya las había visto aquel día en sus carreras, pero aquí eso no lo utilizabamos. Se hacían destacar entre todos los corredores, por si fuera poco, además de sus máquinas rugiendo por todo el lugar.
Sonreí con locura, sintiendo la presión en mi pecho. Se sintió bastante extraño no correr del mismo lado que mis chicos, pero me tragué el amargo en la garganta. Correría en nombre de las chicas, en nombre mío, en nombre de lo que yo exigía, y es que mi palabra se tenía que cumplir. Podía entender las razones de Nicolas de querer ayudar y estar ahí siempre, pero no quería aceptar su oferta, simple y llanamente, no quería.
Entre tanta inquietud, no me había dado realmente cuenta de quien estaba entre la gente, de quien estaba cruzada de brazos, mirándome bajo un ojo analítico.
Abril.
Casi me olvidaba de su existencia, casi. Como casi me olvidaba que ella corría en este lugar, en mí lugar.
Arrojó una sonrisa radiante hacia alguien, que intuí, era Esteban.
Bufé, rodando los ojos.
-Me lleva el... -empecé susurrando para mí, y en un abrir y cerrar de ojos. Un sonido estruendoso se apoderó de todo el amplio lugar, dando inicio a las carreras.
Había perdido sintonía por la presencia de aquella rubia, descolocándome por completo, y maldita sea, todos cogieron la adelantera.
Gruñí, fastidiada.
Mantuve mis ojos en la carretera, concentrándome, dispersando todo pensamiento intrusivo.
El ruido de las máquinas alrededor era música para mis oídos. Ver cómo nos perdíamos en la carretera era simplemente deslumbrante y tenía que admitirlo, llenaba de orgullo. Todos allí, habíamos nacido para esto, la adrenalina, el correr, el intentar ganarle a la vida tan solo segundos de respiros.
Sentí ese familiar cosquilleo energizante recorrerme todo el cuerpo.
Escuché los gritos de todos por lo alto. El viento de las chicas se batía por el aire, dándole un aspecto bastante enigmático.
Nicolas llevaba la adelantera, luego, le seguía Esteban.
Pisé el acelerador como si mi vida dependiera de ello, no me permití darles ni un segundo más de victoria.
Una sonrisa lobuna salió de mis labios y grité con eufória, sintiendo aquel sumbido del aire chocar abruptamente contra mis oídos.
Esto era vida, a esto le llamaba yo vivir.
ESTÁS LEYENDO
Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...