Había acelerado como si no hubiera mañana. Sentí el aire chocar abruptamente contra mi rostro, despeinando mi cabello, pero no me importaba. Llevaba una sonrisa pegada en la cara, sintiendo que podía respirar, maravillarme con la sensación de alivio y al mismo tiempo de adrenalina. Sentía mi cuerpo vibrar al escuchar los motores de cada carro, intentando alcanzarme, porque sí, yo estaba ganando.
Me reí por lo alto en cuanto corrí una curva y la pasé a la perfección. Noté que los demás le costaba un poco más, pero ya había tenido bastante práctica en estas calles y de por si, sabía cómo manejar a este bebé.
Apreté el volante por la emoción y seguí sintiendo una energía sorprenderte abordarme.
El sonido de un carro llegando hacia mi como alma que lleva el diablo me hizo ver por el retrovisor, pero era tarde, ya me había sobrepasado.
Me quedé con el ceño fruncido por un segundo y luego aceleré hasta fundirlo.
El sonido del viento en contra de mi cuerpo subía mi pulso a cada instante.
Recorrí cada calle con el sonido de las llantes casi al explotar.—Esteban me va a odiar —susurré más para mi misma. Le di al botón que infundía mayor velocidad, arriesgando a que el carro se estrellara en cualquier momento, sin poder medir o calcular bien las cosas, como las curvas.
En cuanto pulsé el botón, logré llegar a la par con el carro de al lado que parecía iluminarse cada vez que avanzaba.
—¿Pero qué mierda...?
En cuanto noté que era el chico de hace un rato solté una risa estúpida.
—Será...
Vislumbré la curva que se nos aproximaba, que era la última y perdí cualquier atisbo de gracia.
Entre todo el ruido de los carros y el aire que nos arropaba con salvajismo, creando un pitido en nuestros oídos, pude escucharlo apenas decir:
—¡Te sugiero que te lo pienses bien!
Apreté el voltante. Él no podía verme, así que no sabía que era yo la que estaba metida en este carro, quizás hasta pensaba que era Esteban.
Me mordí el labio y miré la curva con precisión.
Respiré hondo. Eran pocas las veces en que sentía el corazón en la mano al tanto del peligro de poder correr a tal velocidad y más saber cómo graduar todo para no ser protagonista de algún desastre.
Mantuve mi mirada fija mientras solo quedaban segundos.
Lo miré de soslayo y noté que no, él no tenía ganas para nada de parar.
Bien, todo o nada, Dennise...
—De algo hay que morirse —me dije, inculcándome valor.
En cuanto cruzábamos la curva, mi cuerpo se fue con todo hacia un lado y sentí chocarme fuertemente, pero no paré, seguí con firmeza, aferrada a la idea de ganar esta carrera por dos razones: orgullo y placer.
Podía hacerlo, claro que podía. No iba a perder. Le iba a enseñar qué tan sobrevalorada estaba la reina de este maldito lugar.
Solté un pequeño chillido al pasarlo, ya que el carro casi se volcaba, pero continué. En cuanto lo hicé grité con euforia, haciendo una fiesta ahí mismo.
Miré por el retrovisor y vi al chico que estaba costándole más que a mí, pero aún así, lo hizo, se recompuso y aceleró hasta más no poder.
Podía ver la meta y a todos con la boca abierta y las manos alzadas. Podría jurar escucharlos maldecir de la emoción. Todo estaba convertido en un escándalo y eso me animaba más.
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Entre caos y reglas
Roman d'amourSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...