Capítulo 5 (No puedo pagar porque te amen a tu manera)

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Pensé que luego de haberle dicho en su cara aquellas palabras, él no volvería, pero seguía sorprendiéndome. Al parecer el hombre que antes tenía todo planeado, estaba dando pasos por instinto, arriesgándose. Sus ojos reflejaban algo indiscutiblemente diferente. Había cambiado algo, y no sabría explicar qué.

Aiden ya no me miraba como si fuera menos, más bien, hasta evitaba verme. Yo no le iba a poner las cosas en bandeja de oro. No le hablaría primero, si venía aquí a pesar de todo; que dijera lo que tuviera que decirme. Estaba preparada.

No perdí de vista sus hombros tensos, la manera en que se quedaba observando un punto fijo, como si estuviera pensando en todos sus problemas y en qué soltar.

—Perdón por lo de ayer —dijo con seguridad y fruncí el ceño, pensando que mi mente me la estaba jugando.

Estaba sentada rectamente en mi sitio, con la mirada fijamente en él, sin titubeos.

Alzó su vista hacia mi y noté sus gestos suaves, ligeros. Me observaba por primera vez como si fuera una persona, aunque no era como yo quería que lo hiciera en su totalidad. No llegaba a verme como yo lo he necesitado en todo este tiempo, pero estaba aprendiendo a ser paciente y yo nunca fui conformista.

No hablé, esperé que siguiera. Si no tenía nada más que eso, pues no respondería. Me merecía algo mejor que esas poquitas palabras al menos, luego de todo.

Se instaló un silencio. Noté que él esperaba realmente que continuara y le dijera alguna frase cliché y estúpida como: Ay, no te preocupes, tenías tus razones.

Pues a la verga, a huevo que no le iba a dar florecitas para que después la cogiera para mi entierro.

Quería ausentarme de todo lo que me provocara causancio exhaustivo, y él estaba en la lista, pero había estado tanto tiempo lejos de él, que mi cuerpo tenía otra idea muy distinta.

Apretó la mandíbula.

—Quizás mi manera de expresarme hacia ti no haya sido la correcta —me dijo como si estuviera obligado a hacerlo. Negué lentamente.

—¿Me puedo ir? ¿O necesitas algo más? —mostré mi mejor máscara de indiferencia, aunque estuviera agarrándome las manos con toda la fuerza del mundo.

Me analizó el rostro; cada expresión, cada respiración, obligándome a hacer lo mismo, atrayéndome con ligereza. Me contuve de moverme, hacer cualquier movimiento perceptible.

Él resopló, llevándose la mano al rostro con cansancio.

—Perdón, ¿Sí?, tratarte de esa manera fue un tanto injusto. Tienes razón, no sé qué pasó y me gustaría que me lo explicaras. No como tu abogado, sino como... —empezó a hacer gestos con las manos, encontrando las palabras —amigos.

Sentí un amargo en la boca al escucharlo.

—Amigos —reiteré sus palabras, sintiendo que me clavaba con una estaca el pecho.

Amigos su maldito...

—Por favor. Necesito saber con detalles qué fue lo que pasó —en sus ojos había cierta súplica. Traté de no actuar tan fría. Eso no era lo que él necesitaba. Ni siquiera sabía dónde estaba su madre, y no me podía imaginar cómo ha estado todo este tiempo.

Bueno, bien acompañado sí estaba, así que, pobresito no es...

Malpariasea.

Carraspeé, intentando diluir mi enojo. Respiré hondo, calmándome.

—¿Te empiezo a narrar desde el momento en que vi la cajita sorpresa en mi sala con todo lo de nosotros o cuando tu papá llegó?

Me miró con dureza. Resopló.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora