Un mes después...
Aquel día se sentía extraño. No sabía si definirlo como agradable o terrorífico. Quizás ambas.
Iba a salir. Solo eso se repetía en mi mente como un ligero susurro. Todo ese tiempo en la cárcel, todas esas cosas que se me quedaron en cada rincón de mi, las lágrimas y la agonía... se sentía incluso irreal.
Pensar en tocar un pie fuera de aquí, era tan extraño...
Mi mente había esperado pasar años encerrada, me había preparado mentalmente. En ningún momento pensé en cómo me sentiría si saliera. Ahora que estoy a minutos, era simplemente extraño.
Me había despedido de Dania con lágrimas. Definitivamente, lo único que iba a extrañar de ahí, era a ese tornado. Mi pioja.
—¿Te veo en el otro infierno? —había soltado esas palabras que siempre nos decíamos.
—Oh, puedes apostar a que sí —respondió con los ojos cristalizados y me abrazó, haciendo que me quedara sin aire.
Y ya era hora. Me habían dado luz verde, podía irme tranquilamente.
Iba saliendo, achicando los ojos por la luz del sol que me daba de lleno. Hasta sentir el sol contra mi piel era algo tan simple, y que no sabía que había necesitado con tanta urgencia. No tenía nada en las muñecas y aún así, las sentía; como un viejo recordatorio.
Cuando me acostumbré a la luz y pude visualizar todo, ahí vi a aquellas personas.
Mi madre, Esteban, Lila, Bruno y Vicky.
Sonreí ampliamente, sin poder evitarlo. Todavía tenía las emociones a flor de piel.
Me fui acercando con prisa y a la primera persona que abracé fue a mi madre. Me sostuvo entre sus brazoa con un gran apretón que le devolví con gusto.
—Ay, mi amor —soltó con la voz quebrada.
—Gracias por todo, ma —inquirí en un hilo de voz.
Tardamos lo que se sintió una eternidad necesaria así hasta que tuve que alejarme y abrazarlos a cada uno. Todos me habían visitado, y ahí estaban.
—Sé que no digo esto a menudo, pero realmente aprecio su apoyo. A cada uno los amo más de lo que creen —sollocé en medio de una sonrisa melancólica. Todos me miraban con apreciación —menos a Bruno —dije por joder y nos reimos.
—Bien, bien. Solo pediré que no se hable de esto. Mis chicas no deben saber que he llorado, se caería mi fama ¿Estamos? —inquirió Esteban y negamos.
—¿Acaso tienes fama? —respondió Vicky dándole un codazo amistoso.
De pronto, recordé que era la primera vez que estaba con nosotros, a sabiendas de que Bruno iba a venir. Se lo agradecí internamente. Pues sabía lo difícil que era para ella.
Aún tenía cosas que hablas con Bruno. Lila me había contado lo de la boda, y por más que quisiera que se casaran rápido, no iba a permitir que lo hicieran, sin él haberle contado lo que pasó con la chica de ojos tristes que tenía a mi lado.
—Chicos, tenemos que celebrar esto. Vamos todos a comer —pidió mi madre con un tono dulce y limpiándose las lágrimas.
Asentimos e inspiré hondo tratando de relajarme y no llorar más.
No había esperado que Aiden fuera, así que no verlo, no me resultó sorpresa alguna.
Lila se acercó a mí, y Vicky al otro lado. Me abrazon en conjunto y sonreí, acariciando el pelo de Lila.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...