Capítulo 39 (No está respirando)

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VENUS

El mismo mundo paró su curso. El tiempo no corrió, el viento dejó de barrer las hojas de los árboles, todo se quedó paralizado de una manera fúnebre. Y todo lo que pude escuchar fue ese horrible sonido del arma al disparar. Pensé que quizás, tal vez, la suerte estaría otra vez de nuestro lado, pero no fue así.

Cuando Nicolas cayó, perdí la coherencia. No lograba conectar con la realidad. No lograba aclararme y entender qué estaba pasando. Solo me arrodillé con un grito sordo a su lado, acercándolo a mí.

No presté atención a nada, no pude. Todo carecía de importancia cuando vi la bala impactar contra su cuerpo.

Mi corazón retumbaba con fiereza en el pecho, con tanto salvajismo que pensé que saldría o me iba a dar un paro cardíaco.

Estaba delirando, tenía que ser eso.

Si me decían que estaba teniendo alucinaciones, hubiera sido mejor que ver cómo herían a uno de los míos.

Sentí miedo, uno de esos que te ciega, que te nubla el juicio. El miedo real, el que te deja paralizada y no sabes cómo reaccionar.

Thiago había estado disparando, defendiéndonos. Solo lo escuchaba gritar a penas que me moviera, que no me quedara ahí siendo un blanco fácil.

Solté un quejido ahogado, abrazando a Nicolas contra mí, queriendo protegerlo de cualquier otra bala. Apreté mis ojos y me afinqué a él como una niña con su oso de dormir.

-¡Que te muevas maldita sea! -me ordenó con presión.

En medio de todo el caos, logré escuchar un quejido apenas audible y abrí los ojos abruptamente para luego apartarme un poco y lograr ver en medio del miedo y la rabia, que Nicolas seguía vivo.

Tenía el labio apretado y respiraba hondo. Su mano pasó a su hombro y allí pude ver la herida. Había sangre, mucha sangre.

Abrí mi boca, pero la volví a cerrar sin saber qué hacer o decir. Puse la mano en su hombro para evitar que saliera más sangre y mis manos se empaparon al instante.

-Hay que irnos -dijo entre dientes y estancó su mirada en mí con firmeza -ahora, Dennise -logró formular antes de apretar sus facciones al sentir dolor.

Asentí frenéticamente.

Lo impulsé lo más delicado y a la vez rápido que pude. Casi no podía con su cuerpo, pesaba demasiado para mí. Temía por él, porque otra bala le diera en medio de todas las que lograban dar cerca, y me desequilibré. Caimos, pero volví a levantarme, a él por igual.

-Vamos, vamos -insté con desesperación, escuchando sus maldiciones por lo bajo. Noté que comenzaba a sudar por el esfuerzo de seguir aquí y no dejarse ir en el limbo de la inconciencia.

Jadée, cansada, sintiendo ya que mi cuerpo iba a desfallecer. El choque había provocado grandes heridas, pero tenía una punzante que no me permitía pensar bien y se me iban los sentidos.

-¡Thiago! -grité y se me quebró la voz.

Casi llegábamos al carro, cuando otro llegó hacia nosotros, uno de los de Marcos.

Tuve que soltar a Nicolas, pensar rápido. Cogí el arma y les disparé sin darle oportunidad de dar más de dos pasos hacia nosotros. La puntería no me fallaba, eso no cambió hoy.

Una bala me pasó cerca del rostro y logré moverme con rapidez para evadirla y le disparé al segundo que había salido. Otro salió en ese momento del mismo auto y lancé el cuchillo que Dania me había dado, justo en el punto importante, y solo lo vi caer.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora