NICOLAS
—Maldición —susurró Isak, apretando el arma y limpiándose la sangre de la mejilla—. ¡Aiden está aquí, y viene con un equipo grande, hay que salir pero ya!
Marcos se giró a verlo con los ojos en grande. Por primera vez en mucho tiempo, quedó pasmado.
—¿Cómo que mi hijo está aquí? —lo agarró de la camisa del cuello con rudeza— ¿cómo que está aquí, pedazos de imbéciles? ¡¿Cómo explican que sepa la ubicación?! —tiró a Isak sin amabilidad alguna y me miró, apretando los labios, formando una linea—ocúpate de esto, no quiero más testigos, este no fue el plan.
—No pensamos que ella tendría a más personas en esto. Esa perra nos la ha jugado —expuso Isak con el semblante serio y escupió hacia un lado.
—Teníamos que imaginarlo, nos dejamos confiar —declaré aunque no quisiera.
—¡¿Qué esperan, eh?! ¡Háganse cargo de este desastre y sáquenme de aquí!
Mire alrededor todo lleno de sangre, de cuerpos, el olor a muerte... aún quedaban personas del centro peleando contra los nuestros, aún tenían los cojones de seguir de pie a sabiendas de que uno de sus jefes cayó.
Apreté la mandíbula. Esta tipa sí que sabe ganarse la lealtad de las personas.
Menos la tuya, ¿no?
Casi me rio. Absurdos sentimientos, siempre interponiendo, no sé ni cómo se pueden mezclar las cosas así.
Me levanté con ella en brazos.
—Llévensela, hay que actuar rápido —me limpié las manos aún llenas de polvo, suciedad y sangre manchándomelas.
—¿Qué haremos para deshacernos del soldadito de traje? —Isak preparó el arma con más balas como si todo fuera un juego.
Respiré hondo y calculando todo a última hora.
Pasé el cuerpo de Venus hacia uno de los hombres que se iría con Marcos, procurando que estuviera bien hasta por lo menos llegar a su destino.
—Nadie le hace nada, ¿de acuerdo? —dejé en claro con una mirada afilada—. No quiero que tenga ni un rasguño más.
—¿Acaso le cuentas cada herida? —dijo uno con gracia y casi lo tiro al suelo, sino fuera porque Marcos estaba desesperado por irse.
—Tiene 13 rasguños, mayoría superficiales. Los llevo contados —era una sentencia de muerte si le veía otro más o notaba algo extraño que le hayan hecho—. No me hagas tener que duplicarte las heridas —susurré con rudeza.
Me giré a verlos otra vez, y me limpié el sudor de la frente, sintiendo el cansancio cobrarme factura. Ayer no había dormido, hoy menos lo haría.
Isak empezó a dar órdenes con un plan improvisado y lo detuve.
—No vamos a luchar contra Aiden, ¿te estás volviendo loco?
Vi cuando escoltaban al jefe hasta fuera junto a Venus y supe que era el momento para irnos y si teniamos que explotar todo el maldito lugar, lo ibamos a hacer. Habian demasiados testigos, sí, pero ninguno tan estúpido como para ir a la policía sabiendo que todos los que estaban aquí, no vinieron a comprar florecitas.
—¿Y qué quieres hacer acaso? No podemos irnos con Marcos, nos van a seguir y van a dar con él. No hay otra forma.
Sonreí de manera seca, sin aliento.
—Hay que traer a Dania aquí antes que Aiden logre verla.
Él me miró como si hubiera perdido la cabeza.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...