AIDEN
Venus colisionó sus labios contra los míos con tanto frenesí que me deselequilibró por un segundo, luego, como fuera propio de mi naturaleza, agarré su rostro, pero no la separé, no tuve la fuerza suficiente. Me faltó coraje para alejarme de ella.
Enredó sus manos en mi cabello, atrayéndome cada vez más a ella, y luego, soltó un quejido por lo bajo cargado de deseo. Mordí su labio con la suficiente fuerza para ser placentero, más no dañino.
Respirábamos el mismo aliento. Su piel se iba calentado a mi tacto, y el solo tenerla frente a mí nuevamente, provocaba un remolino de emociones que se interponían una encima de la otra, pero mi mente divaga entre sensación y sensación, sin darle nombre, por la locura, por no tener control, por quererla de cualquier manera posible.
Dennise masajeó mis hombros como si estuviera deleitándose en la forma en que se sentía entre sus manos, y mi cuerpo reclamó su contacto. Era como si estuviera sediento y ella fuera ese río que necesitaba.
Si dijera algún día que amé a otra persona más que lo que la amaba a ella, estuviera mintiendo. Si dijera que deseaba a otra chica más de lo que la deseaba a ella, sería una de las mayores mentiras de mi vida. Nada se comparaba a ella, nada se comparaba a lo que éramos nosotros.
De un momento a otro, Venus se alejó un poco, tan solo un poco para verme y con esos ojos somnolientos, me dio una media sonrisa como si de una niña feliz se tratara.
-Después de ti, no he dejado que otra alma me ame -susurró en un sonido ronco, apenas audible. Cerró los ojos como si le pesaran, lentamente, y quedó dormida. Sí, dormida. Se le veía agotada.
Sonreí para mis adentros y me quedé mirando su rostro con ternura.
Tenía una extraña belleza, era dulceamargo. Parecía tener el corazón de una niña, y a la vez, tan salvaje y feroz como el de una mujer.
En medio de una bruma de pensamientos que me absorbían por completo, escuché su voz, sorprendiéndome de que continuara despierta.
No parecía realmente estar en el aquí y ahora, tal vez hablara sin saberlo.
-Tengo frío -sentenció, arrugando el ceño.
-¿Quieres que te busque otra manta?
-No, acuéstate a mi lado y ya, no seas grosero.
Me reí abiertamente, negando.
-Buscas cualquier pretexto para tenerme.
-Vete a la mierda -susurró con cierta paciencia. Se dio la vuelta, quedando de espaldas hacia mí y suspiró profundamente.
Su cabello ahora rubio se esparcia por la almohada. No terminaba de acostumbrarme al hecho de ese cambio. Parecía como si ella hubiera querido hacer un nuevo inicio, y todos saben que las mujeres tenían cierto fetiche por empezar cambiando su cabello como algo radical. Si bien el color le quedaba precioso, me iba más por su color castaño oscuro, ese que siempre le había visto. Quizás por el hecho de ver el reflejo de lo que fue, y no lo que es ahora, aunque el que esté mal soy yo, porque... ¿Acaso no había cambiado para bien?
-Cada vez que cierro los ojos, sueño con nosotros -su voz somnolienta fue un tintineo, un golpecito pequeño, pero lo suficientemente fuerte como para dolerme.
Respiré hondo.
Me metí a la cama, abriéndome paso a su lado, detrás de ella. Esa parte estaba humeda al ella haber estado allí mojada de quién sabe qué, pero me abstuve de comentar, no quise preguntar.
No la toqué, solo me quedé allí oliendo el leve aroma que siempre llevaba consigo. Cerré los ojos con deleite y me imaginé por un segundo que todo estaba bien. Que mi madre estaba con la suya en la sala hablando de las locuras que hacían de pequeñas, que Venus estaba acurrucada en mi brazo, y que yo no me movía y perdía la circulación sanguínea con tal de no despertarla. Que Esteban seguía siendo mi amigo, que nadie se atrevía a meterse con ella, y... un sin fin de cosas que no volverán a la normalidad.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...