Capítulo 21 (Lo prometido es deuda)

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VENUS

Me levanté escuchando el timbre. Pensé que sería producto de mi imaginación, ya que así no es que suena en mi casa, pero abrí los ojos sintiendo que me pesaba la vida misma y me di cuenta, que esta no era mi recámara.

Me levanté abruptamente y me dieron unas naúseas horribles.

Dónde diablos...

Volví a escuchar el timbre y me levanté a duras penas, creyendo que en cualquier momento caería al suelo. La casa era pequeña, así que no suponía un problema para mi recordar la entrada.

Vi hacia todos lados, queriendo saber dónde se encontraba Nicolas. La insistencia del toque en la puerta era grande, así que pensé rápido, por impulso y fui a abrir antes de que quemara el timbre.

Cuando abrí la puerta, ahí estaba una chica con pelo morado y un collar negro pegado al cuello. Me dedicó una mirada furibunda.

-¿Quién diablos eres? Ah, no, ni me respondas -alzó la mano, evitando respuestas. Me analizó completamente y se dio cuenta de lo que llevaba.

Me cago en la madre...

Me miré a mi misma, dándome cuenta del grandioso error.

-¿Dónde está él? -ladeó el rostro y mostró mayor serenidad de la que podría tener yo.

Negué sin saber qué responder.

-Ahora eres muda o estás ronca después de tu gloriosa noche, ¿eh?

Bueno, tenía su razón en pensar que había pasado algo, pero podría explicarle las cosas, pero...

-¿Y tú? ¿Quién eres? -me atreví a preguntar, y supe que se sintió ofendida.

-Escucha, cariño...

-¿Dennise? -aquel nombre que no le permitía a alguien normal decirme, todavía provocaba cierta inquietud cuando lo escuchaba salir de sus labios.

Le mantuve la mirada a la pelo rarito.

Ella vio detrás de mí y apretó la mandíbula.

-¿Qué mierda crees que haces? -soltó con voz cargada. Bueno, bueno, él no me había dicho que tenía novia.

Iba a hablar, pero decidí quitarme del medio y permitirle pasar ya que esto iba para largo. Cuando me giré y vi a Nicolas maldije por lo bajo. Llevaba solo una toalla que le tapaba de la cintura para abajo. Estaba mojado, dando una buena función de su cuerpo y esos cabellos ennegrecidos cayendo por su rostro con gotas que hacían un lindo recorrido por su piel cuando caían. Los tatuajes resaltaban contra su piel de una manera, que parecía como si tuviera vida propia. Quise acercarme a verlos cada uno, pero no, ahí no

Ay Diosito.

Él se quedó pasándose la mano por el cabello, con una expresión neutral.

-¿Qué quieres ahora? -bufó como si nada. Este chico se quiere morir.

-Sabes que hora es, hijo de...

-Sí, ya me estaba bañando, ¿no pudiste esperarte?

-Ok, creo que yo no debería estar aquí -alcé las manos hasta la altura de mis pechos y me fui alejando, queriendo salir eximida de cualquier problema. Yo ni sabía lo que hablaban, al parecer, tenían planes.

-¿Quién es esta perra? -le escuché preguntar y me paré en seco.

-María, cálmate un poquito, déjate de mierdas. Cuando creas poder escucharme, entonces, hablamos -iba de camino hacia la cocina y me giré a verla.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora