ABRIL
—He visto como te mira, y yo sé hacerlo mejor —escupió con cierto tipo de rabia disfrazada.
Parpadeé sin poder evitarlo, sentada frente a él, y me mantuve ilegible.
—¿Acaso ya importa? —le pregunté sin ánimos de discutir más el tema.
—Importa, importa y mucho —sentenció con agriedad.
El silencio reinó entre los dos. Suspiré con cansancio, sin poder darle las respuestas que estaba esperando escuchar.
—¿Le dijiste que no le dijera a Aiden?
Asentí, mirándolo de reojo. Su mirada me reprochaba en diferentes idiomas, lo sentía con ahínco en mí.
—¿Tanto te importa el que piense de ti?
—Ya basta, ¿sí? —escupí abruptamente, fijando mi mirada en él con gran peso—. Ya sé que no te gusta la idea de que esté enamorada de él, pero no puedo evitarlo. No puedes obligarme a sentirme diferente.
—¡Es que no lo entiendo! —refutó de inmediato—. ¿Por qué mierda insistes en seguir amando a alguien que te dejó claro que no te ama de la misma manera?
Apreté los dientes hasta que dolieron.
El silencio pareció quebrar algo en él, el no pelear contra mi supuesta dignidad, por la que a él le estaba costando más respaldar.
Se acercó a mí con una expresión tan débil, tan gentil, tan decaido.
Básicamente se arrastró hacia mi asiento, y ubicó sus manos a los extremos, acorralándome.
Agaché la mirada para verle y me mordí el labio para que no temblara, así como me temblaba el cuerpo.
Me mantuvo cautiva en sus ojos, ejerciendo gran poder en solo un gesto.
Note cuando tragó saliva.
—Te he guardado cada secreto que me has dicho, aún cuando sabes en la posición que me pones, Abril. ¿Sabes por qué lo hago? Porque te quiero, te quiero de verdad —apretó la quijada, pero no se dignó a mirar a otro lado, no dudó...—. Y no te lo estoy recordando para que sientas que me debes algo, te lo estoy diciendo para que recuerdes que tú para mí, vales la maldita pena, que tu valor no va a disminuir porque alguien más no supo verlo. ¡Me da rabia, maldita sea! —gritó y me espanté rápidamente ante el cambio repentino.
Se levantó y barrió su cabello con sus manos, con frustración.
Respiró hondo y se mantuvo así, dándome la espalda, por lo que se sintió una eternidad.
Sollocé de inmediato, sin tener la fuerza necesaria para siquiera hacerme cargo de mis propias heridas.
—Ya hemos hablado de esto, Esteban, yo...
—No sigas —me interrumpió sin reparo alguno. Giró un poco el rostro hacia atrás, pero sin mirarme en su totalidad.
Me levanté, agarrando fuerzas de no se dónde.
—Sé que no es justo que te cuente las cosas a sabiendas de que tu lealtad está con ella —le di la razón y me mordí la mejilla interna.
Me acerqué a su espalda amplia y me restringí de tocarlo para no empeorar las cosas.
—Y lo siento, de verdad lo siento. Ya no lo volveré a hacer, te lo prometo.
Se giró lentamente, con una mirada dura portando su rostro. Intercaló sus ojos entre los míos, leyéndome.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...