Capítulo 32 (Agarrarnos fuerte de nosotras mismas)

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LOGAN.

Abril se mantuvo callada durante toda la mañana, lo que era de esperarse. Permanecí con mis ojos fijos en ella, mientras comía, ignorándome.

El día estaba soleado, bastante para mi gusto. Me había levantado sintiendo que hasta la vida misma me pesaba.

Carraspeé, captando su poca atención.

Allí en el área libre, todo parecía bastante tranquilo, contrastando contra mis sentimientos, contra mi cabeza, que era un martirio, era como tener los pecados vacilando de un lado a otro y carcomiéndome por completo.

-¿No tienes nada qué decirme? -mi voz era un filo, tan cortante y a punto de herir.

Sus ojos viajaron a diferentes puntos del jardín.

Llevaba un vestido blanco ceñido al cuerpo, toda una princesita. Quién diría que algo tan hermoso, hiciera cosas tan deplorables.

-Sabes algo... -tanteé un poco la orilla de mi taza, degustando las palabras -siempre fui yo la oveja negra, el malo de la familia, el inentendible y no me mal interpretes, nunca sentí celos por ti. Me importaba una mierda lo que quisieran nuestros padres, yo creaba mis propias reglas.

La fiereza en mi mirada dejó todo en claro, más de lo que podría expresar en palabras.

Quería arrancarme el dolor que tenía guardado.

Dania me había dicho pinceladas de lo que pasó. No pudo seguir contándome con tantos detalles, porque, ¿cómo?, dolía demasiado como para volver a recordarlo.

Respiré hondo, sintiendo mi pecho expandiéndose para luego intentar volver a mí, con cordura, una que no quería mantener en ese momento.

Me recargué hacia adelante.

-Yo tengo muchas cuentas pendientes que pagar. He hecho cosas de las que no me enorgullezco, pero siempre respeté a la familia. Nunca les di la espalda, nunca los dejé a pesar de tener diferentes puntos de vista, y nunca -empecé a decir con lentitud -nunca les clavé la estaca por la espalda.

Abril respiró hondo, evitando mi mirada.

-Logan, escucha...

-¡No te atrevas a darme alguna excusa! No te las he pedido -me enfurecí aún más -cómo pudiste hacer todo lo que hiciste, sin tener remordimientos en tu conciencia -expulsé entre dientes.

Empezó a negar con frenesí.

-Hermanito... -dijo con voz de nena, esa que siempre usaba para comprar, pero no, al diablo con ella.

Golpeé la mesa tan fuerte y me levanté del coraje, sintiendo mi piel vibrar del sentimiento tan arrebatador e incontrolable.

-¡Cállate, maldita sea! Tú no eres más parte de mi familia, ¿me estás entendiendo? Puedes volver con padre, puedes irte con quien te de la gana, pero no te quiero cerca de mí -tuve un nudo en la garganta -no te mereces el amor y la lealtad que la gente te da -tragué en seco -no te mereces nada. Crees que tienes que tener todo en tus manos, crees que eres más que los demás. Puedes seguir siendo la porquería de buena hija que nuestros padren piensan, la careta que llevas puesta toda tu maldita vida, pero eso no quitará el hecho de que tu corazón está podrido.

Me maldije internamente al sentir que mis ojos me escocían sin poder controlarlo. Sentía todo como si fuera palpable. Un amargo se instaló en lo profundo de mí y no vi a una hermana, vi a una completa desconocida, a una enemiga.

-Fui padre -mi voz se quebró. Nunca lloraba, era algo de débiles para mí. No sentía mucha empatía si alguien lo hacía, no me importaba mucho identificar los sentimientos de la gente. Yo era responsable de mis acciones, no de lo que sintieran con respecto a ello, pero si alguien se atrevía a hablarme con el alma hecha pedazos por culpa mía, algo... un mínimo sentimiento sacaría, pero ella no, Abril era incapaz de sentir remordimientos, insistía en pensar que no era su culpa -incendiaste el hogar donde vivía Dania, sabiendo que estaba embarazada -apenas fue entendible lo que dije. ¿Cómo hablabas de un hijo que nunca pudiste conocer? -me quitaste la oportunidad, me la arrebataste como si tuvieras el derecho de ello -empecé a respirar agitadamente con furia.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora