Capítulo 51 (Pidan un deseo)

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VENUS

La noche se abría ante todos nosotros en el lugar. La fiesta aún continuaba, y cada vez con más energía. Ya las personas habían bebido un poco y se estaban sintiendo en sus aguas. Por otro lado, me las arreglé para hacer como si nada hubiera pasado, como si aquella conversación se hubiera extinguido en segundos al separarnos.

Al final del baile, Aiden se fue con Bruno y sus compañeros de trabajo, y Lila se había cambiado de ropa por un vestido corto muy sensual, de color blanco, mucho más cómodo. No podía evitar reprochar con la mirada a los hombres que se atrevían a desnudarla con sus ojos, con unas ansias poco disimuladas.  Bruno había dejado bien en claro de quién era esa mujer, no paró de besarla apasionadamente, a pesar de la vista de todos los invitados. Bien por ellos.

Vicky me enseñó una foto en su celular y cuando la vi, abrí los ojos de más. Era una foto de Aiden y yo bailando tiempo atrás. Una sonrisa complaciente salió de sus labios y se había excusado con pocas palabras: solo para recordar.

Me sentía nadando en un mar de sueño, sin pisar realidad, sin estar realmente del todo en ese momento. Seguía pensando en lo que habiamos hablado, seguía consumiendo por dentro.

Me levanté con la excusa de querer aire fresco, un tanto alejada de todos. Me dividí en dos entre lo que quería a hacer y lo que era prudente. No di con ninguna respuesta.

Caminando con los pies ardiendo por los tacos, hice una mueca de disgusto. Mientras caminaba hacia el amplio pasto fuera del lugar solo unos pocos metros, me quité las zapatillas y las sostuve en la mano. Un soplo de alivio me arrazó por completo.

—No te ves muy feliz —me ericé al instante. Maldita sea, ¿por qué ahora?

Me quedé con los pies plantadas al pasto, sintiéndolo como un río de gracia debajo de mí.

Suspiré pesadamente.

Abril se fue acercando a mí con un silencio depredador. Ni siquiera me volteé a verla, pero llegó hasta mí, justamente a mi lado.

—No veo razón para que me persigas, teñida —solté con impaciencia.

Ella se llevó una copa a los labios, saboreándolo con deleite. Ni siquiera me detuve a verla, pero juraba escuchar su voz raspada, estaba consumiendo mucho alcohol.

—No te persigo. He estado aquí fuera desde hace una hora. Tú eres la que interrumpe mi crisis existencial —se burló de ella misma.

Solté una risa agria.

—Tú y tu costumbre de culpar a los demás.

Hubo un pequeño silencio como el filo de un cuchillo, carcomiendo las ansias y las pocas ganas de tener una conversación decente.

—Te voy a dar un consejo, Dennise...

—No me llames así, que no te he dado el derecho —respondí con una firmeza cruda. Ella que me llamara Venus, y si era posible, que ni me nombrara—. Y no necesito ningún consejo de alguien que no sabe qué hacer con su vida —esta vez, giré la cabeza hacia ella, consumiéndola con ese simple gesto.

Alzó el mentón como si se motivara ella misma a ser más imponente.

—Hay muchas chicas allí fuera mejores para él. No le hagas esto si en verdad lo amas —sostuvo, menospreciando mi valor. Se había girado hacia mí con calma y luego de escucharla, la imité.

No titubeé delante de ella, ni siquiera lo dudé.

—Yo sé que hay mejores que yo —contesté con certeza, como si fuera la absoluta verdad, y la única —pero yo no estoy compitiendo con nadie.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora