Cuando los chicos habían hablado eufóricamente sobre lo bien que nos vendría divertirnos en aquel lugar, no se me acercó la idea de que en realidad, les resultara muy divertido jugar a arriesgar sus vidas más de la cuenta.
Juegos en motocicletas, diversos, para ser espefícicos. Realmente no planée que haría aquello, y ahí estaba.Todo el mundo gritaba como si su vida dependiera de ello, les fascinaba.
Isak les sonreia como si fuera un padre, viendo a sus hijos. Habían anunciado que participarían y la gente se volvió loca. Lo entendía completamente. Los que manejábamos aquellos lugares, apenas teníamos tiempo para correr.
Tragué saliva en cuanto vi lo que querían jugar.Había una chica parada, estática, con la mirada fija en su compañero, que manejaba la motocicleta. Corrió hacia ella, hasta llegar a parar tan solo centímetros. El motor se fue tan para adelante, que pensé que caería encima de ella y ocurriría algún caos, pero además de generarme miedo, me emocionaba. Sentía calor viajar por mis venas y la intranquilidad apoderándose de mi cuerpo.
Isak mantenía su mirada en mí, evaluándome, los otros lo hacían de vez en cuando, pero no tan constante como él.
María mantenía una sonrisa ganadora en su rostro y acarició el brazo de Isak lentamente, como si quisiera dejarles en claro a todos qué puesto tenía allí.
—Andando —me instó ella, cogiéndome de la mano, arrastrándome.
Podía notar que algunas personas se sorprendían de verme allí. Escuchaba mi nombre en medio de sus conversaciones e incluso el de Thiago y Esteban. Me satisface la idea de saber que somos reconocidos hasta en otros lugares de este estilo.
—Bien, bien. Es hora de acercarse a sus chicas, antes de cualquier cosa, asegúrense de que son las correctas. No queremos ningún problema aquí, ¿verdad? —se rio y fue extraño para mí escuchar pos los altavoces la voz de alguien más que no fuera el chico de mi centro.
Cuando Nicolas se acercó a mí con una sonrisa juguetona, no pude evitar enfocar mi mirada en él y alcé el mentón.
—¿Y ese aviso? —le dije en voz baja. Aunque había mucho ruido, él podía escucharme al estar tan cerca. Parecía que había ocurrido alguno que otro accidente en este lugar, haciendo esto mismo, sin embargo, alejé la idea lo más pronto que pude.
Cogió mi mano sin previo aviso y amarró un pañuelo de color negro en mi muñeca. Sus dedos en mi piel me provocaron un cosquilleo extraño y tuve la intención de alejar su contacto.
Aún con la cabeza gacha, encargándose de que el pañuelo no se me saliera de alguna manera, alzó sus ojos hacia mí y me sumió en ellos. Quedé enredada en él por completo. Por un segundo, juré que no había otro sonido alrededor, que todo estaba sumido en un silencio extraño y ensordecedor. No más lograba verlo a él.—Las parejas aquí tienen que tener mucha confianza para jugar —jugar era una palabra muu divertida, hasta que ponías tu vida en riesgo, pero aquí, las cosas seguían siendo aún más interesantes de esa manera. Todos estábamos locos, cada uno a su manera.
—¿Y este pañuelo? —nuestra conversación se escuchaban tan... personal, como si fuera un secreto o algo que normalmente, no compartiriamos, no le diríamos a alguien. Quizás el trasfondo que había por debajo de lo que nos deciamos, que de alguna manera, a mí me salía sin intención, solo me daba cuenta de lo íntimo de la conversación, hasta que lo miraba a él. Su rostro, sus ojos... todo.
Dejó de ajustar el pañuelo y movió un mechón de cabello detrás de mi oreja, gastando más tiempo del que se requería, como si quisiera de paso, acariciarme.—Es para que sepan que yo soy tuyo y tú eres mía —dijo en medio de todo el ruido alrededor y logré sentir su caricia en mi mejilla de forma rápida, como si aunque quisiese, no estuviera acostumbrado a ello, no de la forma en que él lo estaba haciendo ahora conmigo...
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...