La cordura se me resbaló entre sus dedos, la calma se estrechó en mi pecho, permitiéndome escuchar los latidos incesantes de mi corazón latiendo con salvajismo cuando lo escuchaba gruñir cerca de mí, o cuando me tomaba como la única en su vida.
Aiden había acariciado cada rincón de mi cuerpo, y había susurrado promesas, mi propio nombre como una plegaria. Podría jurar sentir cómo subía hasta lo más alto de nosotros y caer en picada, sabiendo que lo hacía por gusto, sin el miedo del después.
Sus manos lograban alborotar cada hormona y sensibilizarme hasta llegar a ese punto en donde veía estrellitas y faltaba la respiración. Me había aferrado a él como un salvavidas al mundo real.
Me había levantado con él a mi lado y había sonreido como una niña enamoradiza, sintiendo cómo mi corazón se oprimía por la alegría y la ansiedad de saber qué más podía pasar.
Al explotar de satisfación subimos tan alto, al espacio, que cuando caimos, pareciamos meteoritos.
Tantas emociones mezcladas debería ser un pecado. Demasiado que desbordar para un solo cuerpo. Mire donde mire, parezco tener una ceguera preciosa, una donde solo él parece sinónimo de perfección, aún consiente de todos sus pecados y debilidades.
Amar se ha vuelto un privilegio, tener a alguien que te ame devuelta con la misma devoción era cuestión de suerte.
Aiden ni siquiera quería ir a trabajar aquel día, se había quedado conmigo gran parte del día, pero mis deberes seguían susurrándome al oído, martillándome la cabeza.
Cuando sonreía abiertamente y lo veía, volvía a mí la realidad.
Que triste era saber que lo bueno no duraba.
Solo quería más tiempo, para que la despedida fuera más larga.
En el silencio siempre lo encuentro, siempre nos veo, y sé que vamos a poder contra esto, contra todo lo que se nos presente, porque siempre fuimos así.
Recordé las palabras que Dania me había dicho aquella vez y la sentí tan reales, que me reacomodaron las grietas.
"Sería una vergüenza decir que después de todo, se rindieron"
Tenía razón, hubiera sido trágico decir que no lo habíamos intentado un poco más.
El día había pasado tan rápido, que daba miedo. Mi madre había preparado una cena para nosotros y se esmeró al saber que Logan y Dania vendrían. Se sorprendió al verlos juntos.
Logan se veía realmente incómodo y podría jurar que era por saber lo que iba a pasar, que solo le quedaba esa noche con ella hasta un breve tiempo donde podría pasar cualquier cosa. Me sentía mal, muy responsable de su dolor, y no me gustaba ser la causante de ocasionar esas sensaciones en personas que me importaban.
Aiden lo miraba con complicidad, como si estuviera burlándose de dónde fue a caer, con quien, justamente con otra chica igual de insoportable que la suya.
Dania alzó su copa de vino con una amplia sonrisa en el rostro. Respiró hondo, como si estuviera controlándose a si misma el torrente de emociones tan contradictorias.
—Un brindis por los amores infinitos, aunque la vida se los lleve —expresó y una sonrisa nostálgico se hizo presente en su rostro.
Me guiñó el ojo y le sonreí devuelta, mi pecho casi estallando.
Los demás alzaron sus copas y brindaron.
Por nosotros que aún estábamos, aún viviamos y compartiamos la vida con quienes queríamos.
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Entre caos y reglas
RomantikSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...