Capítulo 22 (El tiempo que dure el recuerdo)

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—¿Estás más reacio a hablar con Dennise, acaso te hizo algo? —fue lo primero que me dijo Bruno al entrar a la oficina. Ya era tiempo de que decidiera si irme o no a esa dichosa cita para los trajes.

Apagué la computadora.

—La cercanía con Dennise me está costando una relación que pretendo mantener —fue lo único que respondí con simpleza.

—¿Y ahora qué? ¿Se supone que tengo que acatar las órdenes de Abril hasta para tener a mi mejor amigo en mi boda? —soltó molesto y lo miré.

—No entiendes la posición en la que me pones. No estoy diciendo que no participaré en tu boda, solo te pedía, como tu mejor amigo, que me lo pusieras más flexible, Bruno.

Su cara lo decía todo. Estaba con ceño fruncido, mirándome como si no se lo pudiera creer.

—Es mi maldita boda. Sabes, Lila tenía razón. Espabila, ya, despierta. Esa chica lo que está es ocasionándote más problemas de los que crees. No tienes que volver con Dennise, solo no te estanques con Abril, que es obvio, que tú y ella no están para ser juntos. ¿Hasta el día de mi boda tengo que estar cuidando de ti? ¿Se te hace tan difícil decirle a la manipuladora que tienes que deje de joder tanto y deje a uno vivir su vida? —paró y me quedé sorprendido. Bruno no era de soltar ese tipo de cosas —yo iré a esa maldita cita para los malditos trajes —sacó sus llaves —allá tú con lo que vayas a decidir. Ya me cansé.

Bufé, sintiéndome contrariado y como lo peor.

Qué podía yo más que intentar estar bien con mi pareja y dejar que a mi ex le quedara claro que no quería que nos confundiéramos. Si seguía conectado a ella, a su vida, las cosas nunca cambiarían. Quería reforzar nuestros límites. Si Venus veía que no quería nada que implicara su nombre, entonces, se aburriría y se rendiría. Mi relación tenía que ir primero. Mi paz mental.

Me quedé mirando un punto fijo, con la cabeza mareada y maldiciéndome una y otra vez.

Pero si la relación con Abril me estaba costando mi mejor amigo, eso era otro tema.

VENUS

—¿Acaso engordaste? —me dijo la diseñadora con una aguja en la boca que me tenía ya paranóica de que se la tragara o me pinchara a mí.

Lila se rio junto a Vicky.

—Pues sí —le respondí rodando los ojos.

—¿Estás embarazada? —esta mujer si era metiche.

—No, no lo estoy. Salí de la cárcel, y allí la comida no es nutritiva que digamos, ni se le puede llamar comida —esperaba que eso respondiera todas sus inquietudes y me soltara en banda.

Una de las otras damas se estaba riendo, mientras se miraba en el espejo.

—¿Puedes respirar? —me miró, al mismo tiempo de que intentaba ver cuánto anchaba el vestido color lila que llevábamos puesto.

Intenté respirar profundo y a duras penas, lo hice.

—Es soportable —contesté.

Escuché cómo Lila susurraba con Vicky cosas, pero no pude identificar lo que decía.

—¿Algo de lo que deba saber? —les pregunté con la ceja alzada.

Vicky se le notaba más estable, la verdad era que llevaba eso de Bruno mejor de lo que creí y me alegraba por ella. Su cabello castaño oscuro estaba más largo y había empezado a ir al gimnasio, donde pronto la acompañaría.

—Esteban —le llamé y se giró para verme, apartándose del grupo de los chicos. Al parecer, la conversación estaba muy buena, ya que salió riéndose y hace rato le tuvieron que llamar la atención por el ruido que hacian.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora