AIDEN
-Señor, ya le he dicho que realmente no tengo intención de hacer algun trato con...
-Escuche, quizás si ve... -habló apresuradamente colmando mi paciencia.
Unos toques leves se hicieron presente. Le permití entrar a mi secretaria, que se dio cuenta de mi cara de frustración.
-Señor, hay alguien que quiere verlo, y ha hecho una cita con antelación. Solo vine a recordarle que ya era hora y es urgente.
Asentí, respirando hondo.
Le hice un gesto con la mano y luego, me dedicó una sonrisa amable para desaparecer.
Cada vez que este sujeto venía, ella intentaba que él estuviera al tanto de que no tenía mucho tiempo que gastar, menos con cosas que de un principio había quedado claro que no haría.
Luego de unos largos minutos que se me hicieron eternos, se logró ir y me recargué del asiento, viendo el techo, que al parecer se veía más importante que tener otra plática con más personas.
-¿Me puedes decir, por favor, quién hizo la cita? -le pregunté mediante la linea.
-Es su amiga, Victoria.
Abrí los ojos abruptamente.
Eso no sonaba bien, nada bien.
-Déjala pasar.
-De acuerdo, señor.
-Ya te dije que no me llames así, Aiden está bien -le recordé con suavidad.
Escuché una pequeña sonrisa de su parte, tan juvenil que me parecía de una niña.
-De acuerdo, lo intentaré recordar.
-Me parece perfecto -cuando colgué, me llevé pellizqué el puente de la nariz, sintiendo la presión.
Era como estar encarcelado, sin poder escapar, sin encontrar una vía de salida. Estaba intentando no darle vueltas al asunto, pero era imposible, ¿Cómo evitabas pensar en que eras padre? Así, abruptamente. No, no podía.
Cuando la puerta fue abierta por aquella figura pálida y delgada, me sentí como un niño pequeño a punto de ser regañado.
Vicky se adentró a la sala con un aire calmado y empezaba a perder la cordura. No tenía la energía necesaria para entrar en otra discusión.
Empecé a darle golpes leves al suelo con mi pie, sin poder controlarlo.
Su mirada me consumía, mientras caminaba con suma cautela y me ponía de los nervios.
Se sentó en silencio con lentitud, sin despegar sus ojos en mí.
Si era sincero, se le veía más reconstruida, más fuerte, más ella, y eso realmente me ponía de buenas. Hace mucho tiempo ella no me visitaba, y se abstenía de compartir sus sentimientos conmigo. Ya no éramos como antes.
Ella ladeó el rostro y pude jurar cómo percibía mi angustia, y mi desprecio creciendo poco a poco hacia mi mismo.
Repasé mi cabello con las manos, necesitando hacer algo y estuve cabizbajo, solo esperando el golpe que me daría con pocas palabras, como siempre solía hacer.
-Ni siquiera te preguntaré cómo estás -fue lo primero que dijo y me mordí la mejilla interna.
Hubo un gran silencio instalado allí que me calcomía por dentro, pues mis pensamientos pesaban.
-¿Estuviste con ella hoy? -tragué saliva y me permití verla, arriesgándome.
Ella se mostraba serena.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...