Capítulo 8 (Nunca dije que no me rendí contigo)

680 70 18
                                    

En el momento en que nuestras miradas se cruzaron, me tembló el alma. Él me dolía en cada latido.

Mentiría si dijera que no estaba conciente de como Abril se aferraba al brazo de Aiden como si su vida dependiera de ello, y volvería a mentir si dijera que no me lo esperé.

Esa noche estaba tanteando el terreno, simplemente.

Solté una sonrisa amistosa, como si viera a unos viejos amigos de la escuela. Noté cómo Aiden se detuvo por un momento a ver la manera en que mantenía conmigo el brazo de Bruno.

Lila estaba sentada en el mueble, arreglándole el cabello a Esteban, ya que le estaba creciendo y empezó a hacerlo lentamente, mirándonos a todos desde su puesto.

Mi mirada estaba fija en Aiden. Estaba con ese aura de poder, con esos hombros anchos, con ese traje ocultando todo un cuerpo trabajado y bien esculpido. Me tragué un suspiro tan solo de verlo. Su rostro cada día se veía más varonil. El bello su rostro, esa barba creciendo...

El tenía un talento natural para hacer que mi cuerpo sintiera la necesidad apremiante de correr a abrazarlo, adherirme a él y ahí me tenía, no más comiéndomelo con la mirada.

Ese hombre era un delirio y una droga para mi sistema.

Me importaba una mierda lo que los demás opinaran sobre mis esfuerzos por volver a tener mi otra parte para poder respirar.

—Pero mira quienes llegaron —soltó Esteban. Como siempre, el mediador. Se levantó, dirigiéndose hacia ellos. Le dio un fuerte apretón a Aiden y vi como el hombre entrajeado suavizó su mirada y le sonrió amablemente. Pues sí, su amistad no estaba en el mejor momento, pendía de un hilo.

—¿Llegaste hace rato? —le preguntó.

—Siempre llego antes que todos ustedes. Soy el invitado más especial que hay, necesito diferentes tratos.

—Si hablas mierda —bromeó Bruno entre risas y Esteban lo vio con fingida molestia —¿No será que no tienes más nada que hacer?

—Para tu información, mi vida está entregada al centro, estoy muy bien con ello e hice un espacio en mi atareada agenda. Empresario de pacotilla —me aguanté una sonrisa por la emotiva conversación. Esteban dirigió su mirada esta vez a Abril que había estada callada hasta ahora —¿Me terminaste por este? Caiste tan bajo —soltó, hundiendo las cejas, en un gesto de angustia y pesar, pero luego sonrió como el gato de Alicia —para tu gran suerte, nena, me encanta lo clandestino.

Esta vez, Abril se relajó y le dedicó una sonrisa amigable. Era como si exhalara nostalgia.

—También es bueno verte —dijo casi en un susurro.

Ok, esto se estaba volviendo extraño.

—¡Oh, ya llegaron! —saltó mi madre, saliendo de la cocina, secándose las manos en el delantal. Se acercó a Aiden y lo sostuvo entre un suspiro. Era lo único que le quedaba de su mejor amiga. Me dolió un poco el pecho al ver la escena. Ella hacía un gran esfuerzo por no demorarse. Tragué saliva.

Genial, estaba empezando a sentir todo a flor de piel. Eso definitivamente no entraba en mis planes.

Una voz dentro de mi cabeza se estaba burlando: Perdón, Dania, te he fallado. Así tal cual como el meme. Ya, estaba en la linea de la locura, definitivamente.

Oh, por Dios.

Me había perdido entre todo lo que pasaba por mi cabeza y noté como Bruno me sacudió levemente. Lo miré medio atontada.

—Ya vamos a comer —susurró —espabila.

Asentí sin más y me encaminé hacia el area del comedor, donde descansaba todo lo que mi madre y yo habiamos preparado.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora