Capítulo 38 (Un disparo)

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-¡¿Cómo que desapareció?! -le grité a Esteban desde el otro lado de la línea. Podía escuchar la brisa que estampaba contra su movil, dándome un dolor de cabeza.

-Fui a buscarlo porque Isa me llamó dando lloriqueos -soltó con evidente irritación y me la estaba contagiando.

Dania me miraba con la ceja alzada y el codo recostado de la ventanilla, expectante.

Gruñí por lo bajo y por impulso, le pegué al timón, haciendo sonar la bocina.

-Nos vemos allí -le ordené al pelirrojo para luego cortar.

-Ese hijo de su madre no pudo esperar otro día para jugar al soldadito de hierro -espetó Dania, mirando hacia la calle.

-No hay ningun día bueno para jugarlo-respondí de manera airada -¿y entonces?

-¿Entonces qué? -me preguntó aún viendo las calles llenas de flores en el suelo, abarrotadas de personas. Parecía maquillar la sorpresa que era volver a ver la naturaleza, las aglomeraciones, la vida seguir su rumbo.

-¿Qué ha pasado entre él y tú? -intenté mantener mi cabeza en otra cosa, y no pensar tanto en el golpe que quería acestarle en la cara a Thiago.

Ella negó lentamente.

-Estamos yendo al paso -su respuesta me descolocó.

-Acaba de recuperarte, pensándote muerta. ¿Me estás diciendo que él está muy tranquilito? -me reí con ironía.

-Sigue siendo jodidamente intenso, calculador, mandón y peligroso -sonrió de lado, recordando -pero está todavía muy ensimismado y yo necesito tiempo para reanudar mi vida. Las consecuencias siguen en pie. Sus padres se enterarán, Abril se los dirá, si no es que ya se lo ha dicho -su voz estaba en calma, pero lograba descrifrar la rabia que contenía.

-Resolveremos con eso -le prometí.

-Dennise, no tienes que hacerte cargo de los problemas de todo el mundo -arrugó el ceño.

-No me jodas, que eres como mi hermana, ni creas que te voy a dejar a tu suerte -refunfuñé, mirándola con severidad.

Ella me sonrió y volvió su mirada al frente.

Nos adentrábamos en unas calles amplias, pero poco concurridas, lo cual resultaba muy raro.

-No sigas -ordenó Dania con voz dura y frené de golpe.

Iba a seguir hacia otra calle, pero quedábamos justamente al frente de tres, y en ellas, estaban carros de color blanco, y vidrios ahumados.

Hubo un tenso silencio y los segundos más largos de mi jodida vida. Dania se fue enderezando, dejando de lado todo porte de tranquilidad y desenfado.

-Que amigables se ven -susurró, sin despegar la vista.

De un momento a otro, se escucharon disparos y no lo dudé ni un segundo.

-¡Mal paria sea, hijos de su reputisima madre! -gritó Dania a mi lado al escuchar una bala impactar contra el auto.

El carro giró con salvajismo hacia un lado, haciéndonos chocar en un golpe en seco cuando doblé en U.

-¡Dale, dale!

-¡¿No estás viendo que estoy fundiendo el maldito acelerador?!

-¡Siempre se puede meter más!

-¡Sí, a la verga, ¿por qué no manejas tú?! -grité en un estado de furia y adrenalina.

-¡¿No tienes un arma en esta pocilga o que?, coño!

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora