Capítulo 63 (Dile que cumpliré mi promesa)

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VENUS

Aunque intentara levantarme, se me hacía pesado. Los raspados en mis rodillas, los mareos, las arcadas sin poder expulsar nada de mi sistema. Me estaba muriendo lentamente...

Isak entró justamente en el momento en que acababa de despertarme a regañadientes, obligándome a no dormirme, a no dejarme llevar, sin saber si sería mi último aliento. La cadena en mi pie me mantenía esa área quemada, no podía moverme, apenas si podía respirar, y aún así sentía que era puro calor, no aire.

Me giré a verlo, y cuando lo hice, noté cómo su expresión se desfiguró al verme. Se quedo tieso, tan rígido, que pareció ver un fantasma.

—¿Qué carajos...

Nicolas iba bajando con una cara de pocos amigos,  tenía bolsas oscuras debajo de los ojos. Parecía un zombie.

Isak se limitó a cortar cualquier palabra que iba a pronunciar, tenso.

Cuando Nicolas alzó la vista y dio conmigo, se quedó a medio camino.

La tensión se sintió. El silencio lo absorvió todo.

—¿Qué le hiciste? —preguntó intentando sonar desenfadado, pero podía escuchar la presión en sus cuerdas vocales.

—Yo no le hice nada.

Casi me rio, pero fuerzas para ese simple gesto, no tenía.

—Isak... —gruñó con mayor autoridad.

Sabía lo que veían. No podía confirmar si la orden la había dado Isak, pero recuerdo vagamente cuando entraron a mi celda y en vez de tirarme agua helada, como él siempre ordenaba, me habían tirado agua ardiendo. Mi cara no recibió el impacto, mi espalda, por otro lado... lo que veían en mi rostro eran rajadas y moretones al tratar de defenderme cuando me intentaron mantener quieta, Dios sabe para qué, pero aún estando limitada, hice todo lo que pude para defenderme. De tanto ruido, y al ver que no iba a quedarme quieta, huyeron con rapidez. Sentía el cuerpo con una sola gota de sangre.

Estaba tan, pero tan cansada...

Nicolas se adelantó, terminando de bajar las escaleras y me escaneó de punta a punta.

—Date la vuelta... —la orden cruda en su voz me puso los pelos de punta.

—No puedo moverme —mi voz era un susurro seco.

—¿Por qué?

—¿Te parece que no duele?

El silencio volvió a apoderarse del pequeño espacio.

No quería verme tan inutil, pero si era sincera, ya estaba dando los últimos respiros al sentirme tan frágil, tan drenada.

Nicolas se acercó a la reja y empezó a buscar la llave.

—¿Qué haces? —preguntó el pelirrubio con una expresión desconertada aún.

—Tú y yo hablaremos luego —se limitó a decir.

—Nicolas, esto no fue mandato mio.

Se acercó con rapidez hacia él, implacable.

—Sé que te di luz verde, pero hay un trato de por medio, no sabemos qué mierda está pasando allá arriba, y si nos pide soltarla, ¿eh? Podría costarnos más de lo que crees.

Le había susurrado, pero por el silencio, pude descrifrarlo.

Isak ensombreció su mirada.

—¿Se te ha olvidado quién da las órdenes aquí?

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora