Capítulo 61 (A tu ego le parecerá mentira que te esté sobreviviendo)

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VENUS

Todo lo que está destinado a ser lección, es imposible que termine convirtiéndose en amor. Aún continuaba en un rincón a lo oscuro, y recordaba aquella celda. Por momentos despertaba y creía que todo este tiempo había estado dormida, soñando con la libertad y todo lo ocurrido, me veía a mí despertando en esa asquerosa celda y empezaba a hiperventilar. Mi respiración forzosa, ahogándome, asfixiando, y no había ninguna Dania cerca que pudiera levantarme y abrazarme por las madrugadas, consolándome con las mismas palabras "estoy aquí" . Ni siquiera sabía cuantos días llevaba encerrada, el conocimiento del mundo exterior era algo de lo que me privaban.

Nicolas iba por momentos muy escasos, como ahora, que se había quedado tan solo por unos minutos, como si acaso no fuera merecedora de su tiempo y le costara hasta verme.

No tenía la energía que requería para reclamarle nada, y a estas alturas, ¿ya para qué?

—Dime la verdad, Dennise —le escuché decir como algo lejano, sin poder entender a ciencia cierta sus palabras—. ¿Qué te hizo confiar ciegamente?

Parecía divertirle la escena. Yo muriendo, y él con poder.

Nunca nos imaginé así.

Lo miré con aburrimiento y respondí:

—No discuto sobre verdades con adictos a las mentiras.

Su rostro se mantuve insufrible.

Bastardo.

Mentiría si dijera que todavía no se me estrujaba el pecho, pero no ganaba nada haciéndole saber eso, aunque tampoco me importaría dejarle ver lo que sentía, porque todo valía una mierda aquí, y lo único que me mantenía despierta era esa sed de volver a estar en casa, con mi familia, ni siquiera había pensado en una venganza, quería volver, era todo.

El rostro ilegible del chico frente a mí, del otro lado de la celda, estaba muy lejos de ser reconfortante, de ayudarme a ignorarle. No podía, simplemente no podía.

Algo dentro de mí le pedía a gritos una grieta por la que me dejara ver alguna verdad que solo estaba inventada, todo en mi cabeza.

—¿Recuerdas un chico que llegó a tu clase? Él era mi hermano — me miró detenidamente, en silencio. Que me hablara realmente me sorprendió, sin burlas, sin quejas—. Él había llegado allí como si el mundo le debiera la vida misma, y estuve allí. Te estudié desde las sombras, donde no podías siquiera pensar en que alguien más estaba estudiando cada movimiento tuyo. Intentó hablar contigo, portar tu misma actitud desenfadada. Te preguntó dónde estaba la cafetería, y se supone que a partir de ahí, empezaría todo. Se supone —volvió a decir, esta vez, de forma agria. Miró el suelo, perdiéndose por un momento.

¿No pude evitar fruncir el ceño, podía recordar exactamente al chico que me estaba contando? No, no podía. Me sentí como una idiota al escuchar de sus labios que todo esto fue planeado con tanto tiempo y yo ni cuenta me había dado.

Estúpida, fui estúpida.

Me obligué a no exhibir mis sentimientos, aplastándome por completo.

—Tú ni siquiera le contestaste —esta vez se rio—. Lo ignoraste olímpicamente. Lo jodiste todo en un solo segundo —negó, pero aún mantenía cierta diversión allí, en sus ojos, apenas visible. Sus ojos dieron conmigo, y me frizé, sintiéndome desgarradoramente expuesta—. Se había enojado tanto contigo, por hacer que sus estudios fueran en vano, y quedar mal delante de Marcos, que simplemente, dijo que mejor te mataran y Marcos lo abofoteó, explicándole lo obvio: matarte no era tan simple.

Mi piel se erizó y lo miré con rabia. El volvía a ser lo que era hace tiempo atrás, un simple desconocido ante mis ojos.

—Él había sido mi amigo desde hace mucho tiempo. Parte de la rabia de Isak, es por ello. Nunca ha perdonado lo que le hicieron a él, y claro está —respiró hondo—. Te echa la culpa a ti, porque necesita echársela a alguien. Así de simple funciona esto.

Entre caos y reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora