Había cogido la copa en una mano y el cuchillo en la otra. En cuanto Aiden me vio, pareció perder el color por completo, pero me obligué a ignorarlo. Podía ver a las personas en total calma y paz, hasta que le di varios golpecitos a la copa, acaparando toda su concentración. No medí la fuerza y terminé explotándola entre mi mano.
Todo se sumió en un silencio repentino, lleno de miradas confusas. Las personas me miraban a los ojos, volaban hacia mis tatuajes, luego a Nicolás detrás de mi en la barra con una expresión divertida, como si estuviera disfrutando en su totalidad el show.
Sonreí como el gato de Alicia en el pais de maravillas y recordé aquella sonrisa que soltaba Dania antes de hacer de las de ella.
Carraspeé con dramatismo y miré los vidrios rotos esparcidos en el suelo.
—Eso corre a la cuenta del dueño —atiné por decir y alcé el mentón.
Nicolas me extendió entonces otra copa, esta vez, con champaña y asentí en un "gracias" mudo.
Alcé la copa para brindar y solté algunas palabras alentadoras y de agradecimiento hacia los que nos acompañaban, como si acaso los conociera, pero sus sonrisas y asentimiento ante mis palabras, me exhortaron a seguir. Claro, las personas querían escuchar cómo les agradecía por su trabajo.
Escuché las palabras de Esteban comunicándome que ya se estaban haciendo cargo de las personas que estaban metiendo sus narices, y pude respirar hondo.
De un momento a otro, se escuchó un sonido lo bastante notorio como para llamar la atención de todos. Nicolas se puso en guardia al instante y casi saca el arma, pero lo paré en seco.
Varias personas con armas se adelantaron.
Los miré a cada uno para saber quienes eran, identificarlos y los detecté como guardias del lugar.
Los demás susurraban por debajo, y con desconcierto.
Nicolás se ubicó a mi lado, y me dijo con disimulo:
—Eso no me pareció como una buena señal. Fue un disparo —la tensión se creo y tragué.
—Les dije que no dispararan —sostuve entre dientes.
—No sabemos si los lastimaron a ellos. Tenemos que movernos.
Miré hacia todos lados, mordiéndome el labio.
Aiden se acercó con una molestia contenido hacia nosotros.
—Esto no estaba en lo que me habías contado —su frialdad me mordió con crueldad.
—¿Y desde cuando tenemos que contarte a ti cosas? —preguntó Nicolas con cero tolerancia.
Resoplé con fastidio.
—Este no es el momento.
—Es mi empresa la que estás invadiendo —soltó con impaciencia. Su mirada me mataba una y otra vez. Se la sostuve muy a pesar y me armé de valor para no girarla.
–Todo está bajo control —gruñó Nicolas.
—¿Me estás viendonla cara de estúpido? —se posó justo al frente de mí, imponiendo.
Una cosa era molestarlo, otra cosa era meterme en su mundo y querer hacer y deshacer. Era su empresa, tenía todo el derecho de molestarse. Si él interrumpiera en el centro provocando algún desastre, me viera en la necesidad de enfrentarme a él para obligarle a irse.
Hice una linea con mis labios e iba a decirle que me iría, pero entonces, Nicolas habló duramente:
—Cuidado como hablas —la molestia contenida era palpable.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...