Entre sueño sentí cómo Dennise se movía a mi lado, y no pude quedarme durmiendo. Cuando noté que se levantaba con cuidado, me apoyé de mis codos en la cama, observándola apenas en la obscuridad.
—¿Amor? —mi voz salió más ronca de lo normal.
Se paró en seco y se volteó lentamente.
—Lo siento, no quería despertarte.
Estábamos en nuestro departamento en Italia, dónde la mantenía alejada de todos los problemas que se alojaban en Republica Dominicana.
La miré suspicaz. Que saliera en medio de la noche como si estuviera ocultando algo, no era algo que me mantuviera relajado.
—¿Qué pensabas hacer?
Claro que, Dennise era muy buena actriz.
Se acercó con confianza hacia mi, hasta sentarse en la esquina, cerca de mi pecho. Trazó leves caricias en el y supe que me miraba, a pesar de que no podía manejar bien eso de ver en la negrura.
—Quería ir a comer algo, tengo hambre —no le creí, por supuesto, y no porque no me pudiera creer que se levantara a hacerse cualquier cosa para comer, a veces lo hacía para hacer chocolate, pero...
—¿Dónde está tu celular? —a pesar de todo, pude notar como se tensó a mi lado.
Se quedó callada.
Salí de la cama e intenté alejar la pesadez que invadía mi cuerpo.
—Aiden —me nombró con un tono, como si estuviera suplicándome.
—Dame tu celular —quedé parado frente a ella, que continuaba sentada en la cama.
Negó frenéticamente.
—Dennise... —dije, apretándo los dientes.
—No. Tengo que saber qué pasa, necesito...
—¡Para! —empecé a tocar su cuerpo, intentando encontrar su celular.
—¡No! Aiden, aléjate —me tiró con toda su fuerza, pero seguí con mis manos en ella, y lo encontré. Aunque forcejeó para quedárselo, se lo arrebaté.
—No, no —empezó a trepar por mi cuerpo, intentando alcanzarlo —¡Devuélvemelo!
—¿Sabes que hora es? Deberías estar durmiendo.
Dejó de forzar.
—Quiero el maldito celular —soltó con furia.
—Lo siento, amor. Pero eso no te lo puedo conceder —contesté con dolor.
—No te lo estoy preguntando —por un lado me sentí de lo peor. Entendía sus sentimientos, pero su impulsividad era su enemiga, y yo la amaba demasiado como para permitirle aquello.
Salió disparada por la puerta y salí detrás de ella, ocultando el celular rápidamente debajo de una chaqueta que descansaba en un sillón en la esquina.
La puerta del departamento estaba cerrada con llave y se giró a verme con horror.
—Estás loco —susurró.
—Dennise, siéntate y hablemos, ¿Sí? —sabía que cuando se diera cuenta de que estaba encerrada, iba a costarme.
Avanzó hacia mi y me depositó una gran bofetada.
—Qué es esto, ¿Eh? ¡Explícamelo! —su respiración era constantemente rápida, su pecho subía y bajaba con ferocidad. Sus ojos me declaraban la guerra.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...