Todo pareció carecer de sensibilidad o normalidad. Se volvió un total caos, pero vamos... yo siempre he estado un paso adelante.
En cuanto Nicolás entró por detrás de Dominic, disparando a todos los que mantenían a mis chicos agarrados, no lo pensaron dos veces, ni siquiera se dieron cuenta realmente quién era, llevaba algo que le tapaba el rostro.
Nicolás se movía con cierta gracia, como un gato, preparándose para lanzarse con toda su habilidad y fiereza hacia el ratón en medio de todo el desorden.
Los disparos resonaron en toda la estancia, provocando un ruido que aumentaba a cada segundo.
Yo no quería matar a nadie, pero éramos nosotros o ellos, y sabía bien que quería salir de aquí ilesa, con cada gente que había traido. Todos teníamos guantes puestos para poder salir según lo acordado.
En un segundo, todos estábamos tomando el control de la situación. Éramos rápidos, atacando en el punto exacto, y mejor aún, de manera sorpresa. Nadie se lo esperaba, ni siquiera Esteban estaba al tanto de quién carajos había entrado al escenario a brindarnos la mano ¡Y vaya que lo hacía! Si Esteban era experto en todo, Nicolás era una máquina viviente de supervivencia, y ataque.
Nos moviamos con una agilidez impecable, disparando a tantos hombres se nos venían encima. El aire estaba cargado de una adrenalina que nos calentaba la sangre.
Sentí cómo caí al suelo de forma tan sonora y apabullante. Por un momento, había perdido el sentido, pero en cuanto el hombre levantó su brazo para depositar su puño en mi rostro y sacarme del juego, le acesté uno justamente en el cuello, descolocándolo para luego quedarme encima, quitarle el arma y dispararle antes de que se atreviera a volver a tocarme. Me levanté sintiendo el pulso martillándome en todas partes.
Raquel peleaba a pura estrategia con las manos y piernas. Le habían desarmado.
Me volví loca buscando un arma en el suelo, y vislumbré una que quedaba del otro lado. Me dirigí corriendo, pero uno de ellos se interpuso, esperando para agarrarme y me deslicé en el suelo sin pensarlo dos veces. Era la primera vez que agradecía ser tan flaca.
Jadeé al sentir el roce del asfalto en mis piernas, quemándome.
Agarré el arma, llamé a Raquel y se la lancé. Antes de siquiera pensarlo, ya se había hecho cargo de los que la tenían rodeada.
Sentí unas manos aprisionarme por detrás y patalée como si mi fuerza fuera algo a comparación. Me tenía bien agarrada, tanto, que la fuerza que ejercía, empezaba a lastimarme. Me estaba sacando todo el aire. Intenté respirar, pero fue en vano. Hice lo que debí hacer desde que me había tenido. Eché mi cabeza en palanca hacia adelanté y con todo lo que pude, le propiné un golpe, echándola hacia atrás, provocando que me soltace. Empecé a jadear efusivamente, tratando de recuperar el aliento. Me estaba atorando intentando inhalar rápidamente.
Cogí la pistola cuando sentí que se había vuelto hacia mí, y le disparé.
Me recargué de la pared, intentando recuperarme y pude ver a un hombre que iba hacia Esteban, es más, el muy idiota le estaba apuntando.
Mis alarmas sonaron a viva voz. Apunté hacia él, pero había mucha gente de por medio.
—¡Maldición! —solté, alterada. El tipo trataba de tener puntería. Corrí tanto como pude —¡Esteban! —pudo escucharme y me miró, para luego fijarse en él, dirigir su arma hacia el individuo, y apretar el gatillo sin pensárselo.
Tenía el corazón en la mano y sentí que mi cuerpo se estaba cansando más de la cuenta al no estar acostumbrada a meterme en estas misiones y tener que recurrir a la fuerza física en ocasiones, más de la que mi cuerpo tenía.
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Entre caos y reglas
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA DUOLOGÍA "NUESTRO PEQUEÑO ACCIDENTE" Una chica con vagas esperanzas de salir de la cárcel, se vuelve a encontrar con un viejo amor. Aquel hombre entrajeado volverá a su vida de la misma manera en la que siempre lo había hecho: de...