Capítulo 40

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Narrador: Kenji


Éstas personas... Sus miradas rodeándome continuamente me asfixiaban, tomaban y apretaban sin detenerse. Lo mío no es volverme una figura pública, me cuesta mantenerme cuerdo con tanta atención sobre mi persona.
Continuaba corriendo entre aquellas calles con negocios antiguos. Negaba el hecho de ubicarme en Asia, los rasgos no concordaban con mi gente (Otra razón para discriminarme). Los de pensamientos grande expresaban: "Mira su vestimenta tan extraño", "¿Éste payaso de dónde ha salido?", "¿Cómo demonios tenemos a un extranjero aquí?", "¡Vaya trapos! Los chicos no saben que ponerse ya". La presión social me dejaba sin aire, corría sudor por mi frente al intentar huir, chocando entre los hombros de quién se me acercara. Tenía la mente en blanco y la mirada a un vacío frente a mí, continuando mi caminata hasta tropezar con alguien que detuvo ambos de mis hombros.


— Tienes que tener alguna idea para escaparnos de aquí —Sakura me observaba desesperada. La miré de pies a cabeza recordando que su traje era mucho menos "apropiado" a lo que se tenía pensado.

— Lo siento, no tengo nada pensado —Una mueca de disgusto cambió en mi cara. Necesitaba sacarnos de aquí.

—Un muchacho joven de traje, entre los muchos presentes, se arrimó con nosotros. Podría decir que tenía unos años más que ambos — Estoy dispuesto a pagar lo que sea necesario, pero te necesito hoy —Guiñó su ojo a mi compañera.

— ¡Idiota! —La chica golpeó la quijada del hombre, dejándole noqueado en el suelo. Actuación que sorprendió a los espectadores, tomando a asumir cosas como "Los negros son así de salvajes", "Que asco la piel oscura, deberían encerrarlos". Mi amiga comenzó a sentirse dentro de una caja con dichos comentarios.

— Es momento de retirarnos —Rodeé mi mano en su cadera, dando un gran y liberó salto que nos podría por los aires, espantando a las personas de nuestro alrededor, poniéndole a gritar paranoicos.
Nos encontrábamos por encima de enormes oficinas, mis límites de vuelo habían sido superados. La ciudad era hermosa desde los aires — ¿Estás bien, Sakura? —Le pregunté intentando dirigirle la mirada, pero su vista estaba pegada a mi hombro, encorvado su espalda por su altura que sobrepasaba la mía.

—Despegó su boca de mi camisa, dejándole hablar — Son las mismas palabras que escuché de niña, las mismas que me destruyeron y construyeron en un muro más fuerte, pero... Me volvieron a derribar, ¿Porqué?. Ser de color no debería afectarme —Mi mente se fue a aquella época, dónde ambos éramos discriminados por razones diversas.

— Debió ser la presión... Es complicado enfrentarse contra tanto —Buscaba las palabras adecuadas al momento delicado — Yo pienso que eres perfecta de ésta manera. Somos diferentes a ellos, pero no menos... Culpemos a la época, años en qué la raza humana estaba llena de retrasados con prejuicios e incluso aún en nuestra época los existen —Intenté bajarnos fuera de la ciudad, en un prado pintoresco. El aterrizaje tuve diversos empujones que nos detenían lentamente, me era complicado llevar a una persona. Nos puse en tierra con algo de descuido, nuestras piernas tuvieron que soportar una diminuta caída.

— Es urgente que encontremos a todos. Un mundo así... No es adecuado para vivir —Sakura pasó sus dedos índices por debajo de sus ojos, limpiando el escurrimiento de éstos.

— Pero no podemos hacerlo con éstas ropas. Fuiste testigo de lo ocurrido atrás, volver a pasar será tonto —Miré a mí alrededor buscando alguna idea.

— Mi corazón de Dilters —Levantó su mano para mostrar la esfera colorida de siempre, la creadora de todos sus artilugios de guerra — Puede replicar cualquier objeto que piense en mi mente, será de utilidad —Los rayos de diversos colores rodearon su cuerpo hasta vestirla como una fémina de la época: Con su clásico saco oscuro y falda curtiendo casi toda su pierna, tacones negros y un curioso sombrero oscuro con una rosa por lado. Debajo de su saco se mostraba una camisa de los mismos tonos, al estilo de cuello de tortuga. La magnífica figura de la chica resaltaba con dicho vestuario pegado (Gracias a un cinturón que portaba por encima), al igual que su cabellera china pasaba de manera magnífica por debajo de su sombrero hasta su cintura.

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