Capítulo Extra [2.2]

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Pedro Javier López Sánchez


Aguardar a la persona que amas no es sencillo, mucho menos cuando conoces el riesgo de peligro a correr. Si algo le sucediera la culpa caería en mi espalda como un saco de cemento, sería difícil vivir con esa culpa en medio de mi vida.
Mi enorme ego me obligaba a mantener la opinión propia en esa "pelea", considerando eso, acompañarlo era toda una contradicción. Las personas ganadoras de nuestros corazones nos hacen cambiar por completo, surgimos en versiones únicas para ellos. 

Quería darle una lección sobre quién soy y qué hago, pero el aprendizaje no debía llevarlo a su perdida completa. Bendito sea a dios por el beneficio descubrimiento de nuestros dones, permitiéndome enviar un diminuto soldado encubierto en mi lugar, ¡Soy muy inteligente!. Sólo tendría que dar las indicaciones correctas: "Volver sano y a salvo", deposité mis fuerzas en el sujeto, ocultándose momentos antes de partir.


La rutina cambia por completo sin esas amistades, desconocía a toda la gente restante. Por fortuna, un encuentro con un rostro familiar se presentó, mi primo habitaba aquí. Él se había mantenido en el sitio como si nada: Otro trabajo con un sueldo base, un departamento lo bastante bueno para mantenerse unos años placenteramente, y una novia.

El encuentro empezó tan imprevisto, aclaró verme con múltiples heridas luchando contra el ejército de Evolution, pero jamás obtuvo un acercamiento conmigo, al menos hasta el día de la partida, dónde me senté en la plaza del mercado (ruta tomada por él todas las tardes) a reflexionar mis actos. Decidimos programar un segundo encuentro, ponernos al día y hablar un tanto.


— ¡Ahí estás! —Exclamó la voz varonil aproximándose entre alguna multitud. Pasaban minutos de la hora acordada, el sol empezaba a ocultarse.

—A mi espalda teníamos el sonido del agua de la fuente cayendo sobre ella misma, un ciclo interminable — Señor puntualidad, pensé quedaría plantado —Bromeé.

— Para nada, soy de palabra. El tráfico se puso en mi contra —Estiró su mano para estrecharla con la mía, seguido nos acercamos para un corto abrazo. Al retirarme observé su vestimenta demasiado elegante: Una camisa blanca abotonada acompañado de una corbata azul con rayas oscuras. Seguía un pantalón azul marino, terminando en unos elegantes zapatos puntiagudos.

— ¿Qué sucedió con tu ropa? —Pregunté sorprendido alzando ambos brazos.

— Estoy apunto de volverme un hombre, te terminas acostumbrando a esto. Además, se me ve genial —Se arrimó a la fuente tomando algo de agua para acomodar su cabello completamente chino — Vámonos, el sol irrita bastante mi perfecta piel morena —Dio la media vuelta con mis pasos por detrás.



A unas cuantas calles se encontraba su departamento, colocado en uno de los tantos edificios gigantescos. Llegando ahí tuvimos que estirar las piernas por cada escalón, siendo el penúltimo piso el correspondiente. Sacó de su bolsillo distintas llaves, pasando por la cerradura el de su casa y abriendo paso a ambos.
Dejó caer su cartera y celular en uno de los tres sillones esparcidos por la sala. Me dejó esperando un instante mientras se dirigía al único dormitorio.

Por mi parte me paré frente a un estante de madera, encima de éste se ponían distintas fotografías enmarcadas. Sostuve alguna con el retrato de una chica bastante atractiva, disfrutando el campo natural que pisaba.

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