31 de julio de 1990
Número 4 de Privet Drive
Harry James Potter tenía un rostro delgado, un poco más alto de lo que debería ser a su edad, pelo negro y ojos verdes brillantes y finalmente una pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un rayo, en su apariencia no se notaba nada más a pesar de que en el pasado había empleado gafas. El niño era en apariencia al menos el ser más inofensivo que uno podría encontrar, alguien que a simple vista no era más que un niño de 10 años completamente inocente al mundo y sin rencor alguno, sin embargo, si veías la vida que llevaba dentro de la casa de los Dursley esa opinión cambiaria rápidamente.
Al fijarse en la relación que llevaba con sus parientes podías quedar desconcertado, esto debido al obvio temor, casi rozando en terror, que sus parientes sentían por él, ninguno de ellos se atrevía a llevarle la contraria y trataban de evitarlo a toda costa, pero las pocas veces que interactuaban se podía ver la mirada de pánico puro que sentían, todo por la simple acción de mantener con él una conversación.
Todo esto podría ser algo simplemente incomprensible ya que ninguna persona que lo viera podría adivinar la razón de aquel comportamiento, todo eso sin embargo sería bastante claro si se retrocedía en el tiempo ligeramente.
Los eventos acontecidas el 31 de julio de 1988 y días posteriores fueron los causantes y si una persona pudiera saber de ellos podrían tener distintas reacciones, algunos estarían fascinados, otros serian indiferentes, algunos alegres, enojados, molestos, sorprendidos pero la mayoría estarían aterrados luego de repasar todos los meses posteriores a los acontecimientos desencadenantes.
Ese simple pensamiento provocaba una ligera sonrisa en el rostro del heredero de los Potter, mientras se dirigía fuera de su vecindario en una dirección que se volvió bastante frecuente para él, mientras se encaminaba hacia su destino Harry recordaba los acontecimientos iniciales de lo que desencadenaría más tarde tal relación con sus tíos.
Escena retrospectiva.
31 de Julio de 1988
Harry Potter se encontraba en la segunda habitación de Dudley observando detenidamente un tanque de vidrio donde se alojaba la nueva mascota o más bien el nuevo capricho de su primo Dudley, la mascota en cuestión era una pitón de roca India extremadamente grande incluso para su especie, midiendo en cuestión 10 metros en lugar de los 9 máximos que se suponía que podía alcanzar la especie además de a pesar de que se supone debería carecer de veneno este espécimen en cuestión poseía dos colmillos extremadamente venenosos motivo por el cual los vendedores no querían venderla como mascota, sino que llevarla a un refugio de animales, decisión que cambio finalmente por el doble de paga de lo que costaría cualquier otro ejemplar de la especie ,debido a que, a pesar de que a sus tíos no les traía buena vibra aquella pitón, estuvieron dispuestos a tolerarla por las aparentes ganas de su hijo de tenerla en su habitación.
Aproximadamente aquella compra se había realizado hace un mes el día 30 de junio de ese mismo año, convirtiéndose en uno de sus muchos regalos de cumpleaños, y siendo olvidado incluso más rápido que el resto de los mismos.
Debido a eso último, Harry se había visto en la obligación de cuidar a la serpiente por orden de sus tíos, para que esta siguiera viva el día que Dudley se interesara en ella o simplemente decidieran venderla.
El joven mago había sentido algo de lastima por el animal, ya que, a pesar de que él lo cuidara, su comida era mínima, pues los Dursley no querían gastar de más en un animal tan poco interesante, Harry cuidaba de la serpiente y a cambio de ello lo dejaron quedarse en la segunda habitación de Dudley, todo este tiempo había provocado en Harry una considerable cantidad de rencor a sus parientes, no solo lo molestaban a él y el resto de seres humanos, sino también a los animales, el niño simplemente suspiró y se le escapó un ligero murmuro.
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Harry Potter: La luz que muere
FanfictionAlbus Percival Wulfric Brian Dumbledore era capaz de prever sucesos muy próximos o futuros, pero su mentalidad provocaba que se creyera incapaz de equivocarse, y que cuando lo supiera lo negara, en sus falsas esperanzas de ver lo mejor de los demás...