Los dos cargos

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Sábado 17 de octubre de 1992.

Ministerio de Magia Británico.

Departamento de seguridad mágica.

Bellatrix se regodeaba en su victoria, realmente está complacida con su victoria actual, ningún auror ni agente del ministerio podía contra ella, ella era no por nada la más poderosa seguidora del Señor Tenebroso, mismo que liberaría una vez convirtiera ese edificio en cenizas.

La bruja dejo de regodearse un momento, primero había que acabar con lo que quedaba ahí, así que alzó su varita dispuesta a acabar con su derribado oponente, mismo que había demostrado ser especialmente molesto. - Avada Ked....-

La maldición nunca pudo ser concretada, pues la bruja había sido derribada por lo que parecía ser un perro, pero no cualquiera, sino un gran perro negro, tan grande como un oso, y con dientes que parecían ser de más de tres centímetros.

La derribada bruja no tardo en reconocer al perro, era su primo; Sirius Black, mago que en su forma animaga estaba tratando de encajar sus colmillos en la bruja, misma cuya varita había caído al suelo presa de la gravedad.

Bellatrix uso sus manos, con tanta fuerza como le fue posible, eso para detener el hocico del perro, mismo que parecía muy dispuesto a morderle el cuello. - quítate de encima pulgoso - Gruñó la bruja mientras trataba de alejar a Sirius.

La bruja finalmente consiguió apartar la boca del perro con un golpe, y con su mano ya libre dijo como pudo: - Expulso - Víctima del hechizo Sirius salió despedido lejos de su prima, pero se recompuso rápidamente con un giro antes de transformarse en un humano, y ahora, recompuesto y con su varita en mano Sirius habló. - hola, querida prima, es un placer verte de nuevo -

- el sentimiento no es mutuo, chucho - Contestó Bellatrix en un bramido mientras recuperaba su varita del suelo. - lo bueno es que no deberé verte de nuevo nunca más, Avada Kedavra - El chorro de luz verde que representaba la maldición asesina voló desde la varita de Bellatrix, pero fue cubierta con una aberrante facilidad de parte de Black, simplemente un escombro había volado del suelo y la había recibido sin siquiera un movimiento de la varita.

- tan feroz como siempre, pero igual de inefectiva, pensé que en estos años habrías progresado como duelista - Se burló Sirius con suspicacia mientras lanzaba un hechizo.

Bellatrix no respondió, ni siquiera mostró alguna expresión, cosa rara en ella, era casi imposible ver ese rostro así, más cuando siempre era inundado por alegría fanática. - y yo pensé que todos tus encarcelamientos ya te habrían bajado esa arrogancia - Respondió Bellatrix mientras bloqueaba aquel maleficio.

- tú mejor que nadie debería comprender que algo así no iba a derribarme, por cierto, esa elocuencia tuya no queda bien con un rostro así de amargado - Respondió Sirius mientras con su varita arrojaba varios escombros a Bellatrix, mismos que se había convertido en cuchillas a pleno vuelo.

Bellatrix simplemente movió la varita y los cuchillos se volvieron en estacas heladas que subieron al suelo y cayeron cual granizo, pero uno muy afilado, peligrosa, e increíblemente mortífero.

- Incendio - Lanzó Sirius al cielo derritiendo el hielo, para luego arrojarlo con su varita a Bellatrix en forma de una furiosa ola.

- Glaseo - Respondió la bruja congelando la ola en pleno camino. - bombarda - continuó la bruja explotando la ola, provocando que varios fragmentos de hielo volaran hacia Sirius, pero el mago desapareció reaccionando rápido, reapareciendo detrás de Bellatrix lanzándole un maleficio.

- lenta - Refutó Sirius mientras Bellatrix caía al suelo, presa de la inercia.

La victoria de Sirius estaba hecha, su prima estaba inconsciente, pero no había mucho tiempo de celebrar, había que detener a más mortífagos que estaban intentando escapar, todos siendo perseguidos por Harry, Daphne y Hermione, dirigiéndose todos al atrio del ministerio.

Harry Potter: La luz que muereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora