Tutelaje

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Martes 27 de octubre de 1992.

Reino Unido.

Inglaterra.

Whitehall, Londres.

Amelia Bones estaba sentada en su escritorio. Tintero y pluma se encontraba en la mesa al lado de una pila de papeles, la tinta manchaba la punta de aquella pluma blanca y estilizada, y a la vez que la pluma salía del tintero por la mano derecha de la mujer, un sello se alzaba por la izquierda, rojo como la sangre, y con el emblema del ministerio de magia. Leer, llenar de tinta la pluma, escribir, firmar y sellar; ese era el patrón que Amelia llevaba siguiendo desde hace dos horas.

El trabajo como ministra era realmente pesado, principalmente debido a las reformas en las oficinas de los aurores. Remodelación de instalaciones, revisión de celdas, encargo y recibimiento de uniformes, solicitudes de nuevos chalecos protectores, ideas para artículos de protección y encanto, informes de investigaciones y capturas, esos eran, al menos en su mayoría, los papeles correspondientes a esa oficina.

Todos esos papeles estaban en una segunda revisión, llegando desde la oficina de Moody hasta el despacho de Amelia, siendo que la bruja estaba dando a todo sello de verificado, un trabajo importante para saber respecto a la oficina guardiana de su ciudadanía, un trabajo de Fudge solía delegar a alguien más.

- Esa es la última pila – Escuchó la bruja decir a Lupin mientras el mismo dejaba caer unos cuantos papeles en el escritorio, los últimos papeles del día,

- Gracias, Remus – Agradeció sinceramente al mago mientras empezaba con la nueva pila de papeles. Remus era, realmente, el mejor ayudante que pudo pedir; no solo era un maestro en la defensa, sino que era, indiscutiblemente, una de las personas más inteligentes y trabajadoras que Amelia hubiera conocido en su vida, un mago verdaderamente espectacular, uno que hasta ahora no había sido recompensado por sus talentos.

Cosa que, por supuesto, ya había cambiado.

Sí, el cambio era notable, principalmente en la apariencia del hombre; ahora parecía más alegre, más calmado... más en paz. Sus vestimentas también habían cambiado, ya no llevaba una túnica raída hasta los hilos, sino que llevaba una túnica de auror azul abierta en el medio; llevándola como si fuera una especie de abrigo largo, ello por encima de una camisa negra y pantalones del mismo color, con un chaleco de piel de dragón de color beich por encima de la camisa.

Realmente parecía que la vida por fin le estaba sonriendo al mago.

- Alastor ha estado trabajando espectacularmente, ¿no lo crees, ministra? – Cuestionó, de manera casual, el mago.

- Sí – Asintió Amelia dejando un momento su pila de papeles. – Alastor ha estado trabajando en solucionar todos los problemas de la oficina de aurores, realmente creo que está haciendo un trabajo mejor del que yo hice en el pasado – Mencionó solemnemente la poderosa bruja.

- Bueno, ministra – Comenzó Remus pero se vio interrumpido. – Amelia – Fueron las palabras de la chica. – Puedes llamarme simplemente Amelia – Aclaró la bruja, sacando una sonrisa calmada de mago.

- Por supuesto, Amelia, no es que tu hubieras sido mala en el puesto, simplemente... - Las palabras no terminaron de salir de la boca del mago; un crujido inusual, solo reconocible para los magos, resonó en la habitación, un curioso crujido producido por la aparición.

Remus reaccionó, de manera casi instantánea, ante aquel crujido, lanzándose de manera ágil en una vuelta frente al escritorio de la bruja, con varita en mano. Su trabajo era proteger a la ministra, a fin de cuentas, aunque, por supuesto, no era el único en reaccionar; la propia ministra ya había sacado su varita.

Harry Potter: La luz que muereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora