La obligada reverencia

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Lunes 19 de octubre de 1992.

Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Astoria jadeó ligeramente mientras su varita temblaba al son de su mano, misma que parecía más pálida que de costumbre, como si fuera un vampiro, o hubiera estado mucho tiempo en el congelador. Eso no era todo, sino que estaba empezando a ponerse blanca como un fantasma, ya no solo en su mano, más bien en todo el cuerpo.

La chica estaba ahora empezando a tambalear, su mente se llenaba de voces, ninguna suya; eran voces ajenas, voces conocidas, pero, a la vez, distantes. Las voces seguían, se habían más fuertes, y a la vez que el volumen aumentaba la chica se tambaleaba, sus ojos de cerraban, y el agarre en su varita se debilitaba.

- Expecto Patronum – Escuchó Astoria de la nada, era una voz suave y despreocupada, y, que apenas finalizó de pronunciar, la llenó de una sensación que le hizo recobrar el color del cuerpo, a la vez que un extraño brillo inundaba su visión.

- Tómalo con más calma, esas criaturas son realmente abominables , unas aberraciones naturales, mejor dicho – Le dijo suavemente la persona detrás suya, igual de calmada, igual de relajada y despreocupada.

La persona de la voz la ayudó a acomodarse, luego la llevó tranquilamente a una silla cercana, y, mientras recuperaba su visión, pudo ver como el dementor se movía despavorido a su jaula, víctima de una luz brillante y cegadora.

- Ten – Dijo la voz mientras le extendía algo. – ayuda a estas cosas, créeme, el director Dumbledore solía dármelo seguido, más cuando supo de mi práctica del encantamiento, y siendo que sabía de la visita de estas cosas al castillo, y, como siempre, sus consejos son útiles – Mencionó la voz a Astoria mientras dejaba algo en su mano, una barra de chocolate.

- cómetela, ayuda a recuperar el calor luego de ver a esas cosas – Dijo calmadamente la persona, misma que, apenas recuperó la vista al completo, Astoria pudo identificar como Harry Potter, su profesor de defensa contra las artes oscuras.

Astoria simplemente asintió, y empezó a morder la barra, simplemente no tenía las energías para llevar la contraria o ser rebelde, no tendría caso, menos cuando se tambaleaba por solo caminar.

Harry le sonrió con ligereza mientras se acomodaba de pie, sacudió su saco y guardó la varita. Ahora estaba frente a toda la clase de nuevo, dementor encerado al lado suyo, cosa que seguía causando algo de frío en la habitación, incluso con las runas que rodeaban su prisión.

- Cómo pueden ver esto no es un juego, y esas criaturas no son animalitos de zoológico, son bestias temibles, de las más complicadas de combatir – Dijo mientras caminaba por el cuarto, a la vez que dejaba la manda de nuevo sobre la jaula, y detenía el frío invernal de un movimiento de su varita. -Pero no teman, no se preocupen, por eso me tienen aquí, para aprender a sobrepasar las peores cosas del mundo, aprender a ser maestros en el arte de la defensa y el ataque, esto solo fue una muestra del peligro al que se enfrentan – Dijo mientras alejaba la jaula a su posición original con un hechizo.

- Así que con esta apertura empezaremos con el encantamiento Patronus, todos pónganse de pie y saquen sus varitas – Finalizó el discurso con una sonrisa ladina.

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Noroeste de Inglaterra.

Casa de Harry Potter.

Daphne dejó caer una gran pila de libros en la mesa enfrente suya, varios de ellos eran relacionados a runas, el resto eran de idiomas arcaicos, todos de la colección personal de su prometido, una realmente extensa.

Daphne suspiró cansada, ya era la décima pila de libros que revisaba en busca de similitudes, realmente la complejidad de las notas era sorprendente, variando entre sí de Runas a letras, aunque ello no era lo más sorprendente, sino el mismo estado de las notas, que no parecían haber envejecido en lo absoluto, no se veían deterioradas más allá del polvo que acumularon, si siquiera se veía algo manchado el papel en el que se plasmaban.

Harry Potter: La luz que muereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora