Dar el primer golpe

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Jueves 18 de junio de 1992.

Grecia.

Islas cercanas a Grecia.

Domum infernum, palabras en latín que en conjunto pueden tener dos significados, casa del infierno, o directamente, al infierno, un significado bastante violento por llamarlo de alguna forma.

Pero por supuesto, el nombre no vino sin ningún motivo.

Domum infernum era una prisión mágica, no tan conocida como Azkaban o Nurmengard, pero era igual o más peligrosa.

Azkaban contaba con los dementores como sus eternos guardianes, por su lado la prisión griega tenía mantícoras y esfinges, acompañados de algunos Lethifolds que nada tenían que envidiarles a los dementores, ni en lo peligrosos que eran, ni en lo aterradores que podían llegar a ser por su propia cuenta.

La edificación era de color negruzca en sus ladrillos, mientras que la unión entre ellos brillaba en un mortífero color rojo, las secciones de las celdas se dividieron por la peligrosidad de los prisioneros, y de hecho la construcción era tan inmensa ente sus muros que varios distritos se apreciaban entre las paredes.

Era básicamente una ciudad de criminales.

Había varias tiendas, bares, burdeles incluso, era básicamente una zona roja, sin ley y sin orden.

Solamente había una regla.

Nadie podía salir.

Los muros rodeados de la inmensidad del océano impidieron la salida de los prisioneros, mares infestados de criaturas mágicas peligrosas aguardaban a quién los saltaran, además de por supuesto, las criaturas guardianas que en vez de traer orden a la supuesta prisión simplemente se encargaban que la maldad no saliera de esos muros.

Nadie protegía quién entraba, pues el caso era simple.

Podías entrar.

Pero nunca salir.

La prisión también poseía su fama por nunca encerrar a algún inocente, en primera porque nunca condenaron a ninguno, y en segunda porque nadie estaba tan loco para querer entrar ahí voluntariamente.

Bueno nadie excepto Harry Potter.

Gellert caminó con tranquilidad por los bordes que había entre en inicio de la cárcel y la muralla mientras era observado por los "guardias", quienes a su vez simplemente ignoraron a los tres magos que entraron usando sus escobas.

"Son tres simples idiotas que posiblemente morirán aquí" se dijeron a sí mismos.

En realidad, a las criaturas no les importaba que esos tres tuvieran escobas, la barrera que cubría la prisión dejaba entrar objetos encantados, pero si es que estos salían de ahí en automático perdían sus encantamientos, eso provocaría que si salían con las escobas solo consiguieran caer al océano infestado de monstruos.

Esos tres no tenían escapatoria alguna.

Que equivocados estaban.

__

Harry observó sus alrededores, las construcciones que los prisioneros eran asombrosas, más parecía un pueblo mágico al que habían aislado, realmente impresionante.

Harry habría seguido admirando el lugar, de no ser por un mago encapuchado que intento colar sus manos en los bolsillos de Harry.

Pobre ingrato.

El mago de inmediato cayó víctima de la maldición cruciatus gritando del dolor, y mientras tanto todos alrededor no parecían prestar atención a los gritos, realmente algo así era común en aquel lugar, más porque los presos habían conseguido crear sus propias varitas en prisión.

Harry Potter: La luz que muereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora